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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Gato por liebre.

Desde luego, la planta regasificadora de El Musel no fue pensada para eso. Me refiero a ser un simple tanque de almacenamiento sin mayores complicaciones, tal y como pudimos leer en estas mismas páginas. Según parece, la propietaria de la instalación, la empresa Enagás, pretende que sea su función principal. Esto es, que albergue el gas que posteriormente se utilizará: bien para los buques que consumen dicho combustible, bien como plataforma logística para otros mercados. Sin duda, una función interesante y novedosa pero que ni mucho menos justifica una inversión tan cuantiosa (380 millones de euros). Eso, claro está, siempre que el Gobierno se acuerde de su regularización. O sea, que la legalice y pueda entrar en funcionamiento. A mí esto me suena como cuando alguien construye algo sobredimensionado y completamente fuera de las necesidades del mercado. Imagínense, no sé, un edificio que se proyecta con un número de pisos desmedido en pleno boom inmobiliario. Es decir, que por muy bien que le vaya al promotor nunca conseguirá venderlos todos porque los tiempos han cambiado. Al final, puede que acabe reconvirtiendo el espacio sobrante en trasteros como  mal menor pero… La función de la regasificadora estaba bien clara: abastecer al mercado nacional. Se conectaría por Llanera con los gaseoductos de la red teniendo garantizada una demanda estable y constante. Formaba parte, si recuerdan, del famoso «polo energético» que quedó en nada. Un fiasco en toda regla. Sin embargo, como los cálculos sobre la demanda fueron hechos a lo grande, nunca tuvo dicha oportunidad. Siempre fue vista como algo innecesario. Permaneció congelada desde el 2012, año de su finalización, hasta hoy. Por lo visto, se confía en que una inmensa planta rusa de gas licuado pueda darle sentido. Es decir, que la capacidad mastodóntica de la instalación de la península de Yamal, necesite  a la fuerza nuevos canales de comercialización para cubrir ese exceso de producción. Un planteamiento muy diferente al original y siempre al albur del inestable mercado energético mundial. Los cálculos son que se crearán 49 puestos de trabajo y unos 30 millones de euros de ingresos anuales para el Puerto. Muy por debajo, obviamente, de lo que en su día se había planteado. En el 2009, pueden consultarlo en internet, se hablaba de unos 800 empleos y una repercusión mucho mayor. Fíjense cómo cambian las cosas. Pues bien, nos daremos con un canto en los dientes si, al fin, como esperamos, entra en funcionamiento. Ahora bien, nos han dado gato por liebre: esto no es lo que nos habían vendido.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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