Sigue levantando polvo la declaración ante la Justicia del ex líder del SOMA-UGT, José Ángel Fernández Villa. No por lo que aclaró, sino por lo que dejó en el aire: un cúmulo de acusaciones veladas hacia los que fueron sus compañeros. Por lo visto, la presunta enfermedad mental que padece –el famoso «síndrome confusional»- es de quita y pon: algo así como un abrigo. En sus palabras –a veces dispersas, a veces claras y diáfanas, según interese- no paró de mostrarse casi como una víctima. Un intenso trabajador («con los dedos de una mano se pueden contar mis días de vacaciones») que dejó de lado todos sus deberes de gestión. Que no sabía ni la contraseña de la tarjeta de crédito y al que falsificaban la firma constantemente. Todo ello, basándose en una «fe ciega» en sus subordinados «que le llevó a esta situación», a decir del líder más minero del mundo. Según sus explicaciones, el contable del SOMA era quien le llevaba los asuntos personales. «Tenía mis libretas bancarias, mi testamento, mis últimas voluntades. Lo tenía todo», afirmó. No sé, igual Juan Cigales -el ex contable de «tú apunta y calla», según declaró que le ordenaba- tiene asentado de dónde salieron los 1,2 millones intentó regularizar con Hacienda. En todo caso, tal parece que estamos ante un hombre descuidado y blando desde el punto de vista interno. Una persona que no ejercía un control efectivo sobre la gestión, mientras que en los temas sindicales actuaba como si fuese el capitán de un cuartel. Observen la paradoja. En nuestro paraíso natural durante muchos años no se movió nada sin que Villa lo consintiese. El señor del carbón ponía o quitaba presidentes asturianos, controlaba la extinta Cajastur y los sucesivos gobiernos socialistas le rendían pleitesía. ¡Ay, quien osara a desafiarle! Era un poder fáctico profundamente venerado y temido. Sin embargo, en su casa le estaban engañando constantemente. Ni se daba cuenta, ya que, según parece, esa mano de hierro se convertía en guante de seda en cuanto cruzaba la puerta del sindicato. Curioso, ¿no? Pero lo mejor, no lo duden, está por llegar. La abogada de Villa («aviso, voy a dar mandobles con la cartera como no le dejéis pasar») está barajando la posibilidad de que vuelva a declarar. El «síndrome confusional» de nuevo desaparece. Ahora lo que toca es poner en marcha el ventilador para que a otros les salpique también la mierda. El ex secretario de una fundación afín al sindicato (Infinde), Pedro Castillejo, ya ha reaccionado: pedirá imputar a Cigales. Su secretaria personal, Carmen Blanco, no tardará en utilizar la misma estrategia. Señores: ¡sálvese quién pueda!