Pues, oigan, Asturias debería pedir la independencia del Estado . Visto lo visto, sería la solución óptima a nuestros eternos problemas de comunicación. No lo duden: se acabaría de un plumazo la variante de Pajares y todas las obras que nos quedan. Ni rescisión de contratos por parte de las constructoras, ni vías de agua en los túneles, ni ancho ibérico en vez de internacional. Alta Velocidad hasta Gijón y Avilés con trazado de paquete. También esos «pequeños inconvenientes» de la red de cercanías: trenes de baja velocidad que espantan a los viajeros y ni siquiera aparecen por la estación. Tendríamos acabada la autovía hacia el Suroccidente en un pispás y, por qué no, hasta un AVE del Cantábrico de punta a punta. Todo eso y quizá mucho más, nos lo daría Madrid sin despeinarnos. Sí, hay que propugnar un referéndum de autodeterminación, unas leyes de desconexión y buscarnos un grupo antisistema que entre en el Parlamento haciendo escraches por doquier. Que nuestros políticos sean juzgados ante el Tribunal Supremo por pasarse la legalidad por el forro, mientras una cohorte de turiferarios les acompaña hasta la puerta voz en grito. ¿Qué eso sería como Cataluña? Claro, es el modelo que debemos seguir sin mayor dilación, ¿o no ven qué rentable sale? ¿Acaso no ha ido el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a presentar un plan de infraestructuras de 4.200 millones de euros en cuatro años? ¿Acaso el ministro de Economía, Luis de Guindos, no dudó en desviar su avión para ir a pagar los pufos pendientes? Sin embargo, en nuestro paraíso natural lo hacemos de otra forma: le mandamos una carta a Rajoy –ni burofax, no vaya a ser que se asuste- y punto. Juntamos a un grupo de organizaciones de lo más variopinto (sociedad civil, lo llaman), algunos grupos políticos (que no todos, ni mucho menos), le damos el pomposo barniz de documento sobre las infraestructuras pendientes y… ya está. A esperar otra década para que nos hagan caso. ¿Qué creen que va a hacer el presidente del Gobierno cuando lea la misiva? Pasársela por donde acaba la espalda. ¡Qué no, Javier Fernández, que la solución pasa por la escisión! Haz un discurso llorón y pertinaz como el «orbayu»: España nos roba. Di que nos iría mucho mejor si fuésemos europeos en vez de españoles. Monta embajadas, da conferencias por el mundo sobre la base de lo atrasado que es este país, asusta a las empresas para que se vayan corriendo y lo conseguirás. No te desgastes con ese discurso tuyo de solidaridad y unidad, haz todo lo contrario y verás qué bien te va. Roma sí paga a traidores.