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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Comprar humo.

Ya se ha puesto en marcha la operación «salvar a la Semana Negra». Consiste en justificar todo lo injustificable y camuflar lo que es evidente. Pelillos a la mar para una organización que fue acumulando deuda desde 2011 – como si fuese una bola de nieve: cada vez más grande- y que ahora pretende que se la paguemos entre todos. Es más, poco le importa a sus acérrimos defensores que el evento no esté al corriente con Hacienda, como hacen religiosamente miles de empresas en esta ciudad, o deje pufos por doquier a sus proveedores: lo fundamental es que le liberen los cien mil  euros de subvención del año pasado para salir del paso. Esto es, cobrar para evitar el embargo del fisco y el resto que se apañe mediante un aumento del 75% en la ayuda de los próximos ejercicios. Para ello, digo, tampoco vacilan en hacer comparaciones odias: Semana Negra versus Sporting. Según las plañideras negras, la repercusión para Gijón entre club y certamen poco menos que están a la par. Es decir, que a esta ciudad se la conoce más, no porque su equipo milite en una de las mejores ligas del mundo, sino por un festival de norias y puestos de fritangas. Me parto. Suena casi a chiste. No contentos con esto, los incansables apóstoles de la Semana Negra, van aún más lejos: quieren que compremos la marca. O sea, que paguemos quizá los dos millones de euros en que fue peritada tiempo atrás. Cifra, por otra parte, delirante y que no sabemos muy bien de dónde sale. Porque, vamos a ver, ¿qué sería lo que se adquiere en este caso? ¿Un nombre con repercusión internacional, una seña de identidad, una especie de faro cultural que deslumbra cuando se enciende? ¿O quizá un equipo gestor perfecto que funciona como un reloj suizo? Nada de eso. Tan estupenda y rentable es la gestión que hasta ocultó una deuda de cerca de trescientos mil euros. Por favor, que no nos tomen el pelo. Comprar la marca de la Semana Negra (o azul, o verde) es comprar puro humo. El PSOE lo propuso con un único fin: como excusa para salvar a su criatura del abismo. En fin, menudo papelón el que está realizando la izquierda municipal con su parque temático. No dudan en hacer lo que sea con tal de que la nave no se vaya al fondo. ¿Ustedes creen que actuarían igual si cualquier otro evento gijonés estuviese en esta tesitura? ¿Ustedes creen que propondrían «lecturas flexibles» del convenio firmado para cobrar rápido una subvención? El filósofo Fernando Savater se refiere a esto, cuando existe una clara y vergonzosa doble vara medir, como «la moral del pedo»: los míos no huelen.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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