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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La fatiga del carbón.

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A los señores del carbón se les derrumba su mundo. El que un día construyeron –con el beneplácito y consentimiento de muchos- donde todo era gloria y poder. ¡Ay, con lo que fuimos!, pensarán. Ahora, la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil anda tras ellos como perro de presa. Registra domicilios e incluso ha mandado a alguno a dormir en el calabozo. Todo ello, por la construcción de esa catedral para la tercera edad financiada con los fondos mineros: el macrogeriátrico del Montepío del Minería en Felechosa (concejo de Aller). A los pies del puerto de San Isidro, montaron una residencia de tomo y lomo. Un edificio monumental que tenía difícil justificación. Su capacidad era inmensa para la presunta demanda que debía atender y con unas instalaciones de lujo. No repararon en gastos. Barra libre. Tanto, que quizá sea el geriátrico más caro de Europa: 32,5 millones de euros se emplearon en levantarlo. Eso sí, a su particular manera. Es decir, con sobrecostes por doquier, subvenciones a tutiplén y adjudicándolo a una empresa local que, de aquélla, tenía cuatro o cinco empleados. Pero, por si eso fuera poco, una vez acabado restaba por colocar a la familia. Ya saben, los señores del carbón vivían con la misma filosofía que en la película «El Padrino» de Francis Ford Coppola: la familia, siempre la familia. El hijo de José Ángel Fernández Villa, Rolando Fernández, fue nombrado a dedo gerente y le hicieron un contrato blindado por 80.000 euros. La hija de José Antonio Postigo –el segundo de a bordo- estaba en el área administrativa. Otros, en cambio, acabaron en la empresa que realizó las obras y así sucesivamente. Nada se dejaba al azar y de ahí, presuntamente, de esa vaca que daba tanta leche, mamaron arquitectos, asesores y un montón de investigados. Para su desgraciada, tanto él como Postigo, pensaron que eran inmunes a la Justicia. Superiores al resto de los mortales. Incluso podían acudir a una amnistía fiscal y nadie les iba a investigar. Craso error. Un triste día de octubre de 2012 cruzaron la plaza de la Escandalera en Oviedo con sendos maletines. Villa llevaba 1,2 millones en efectivo y Postigo 360.000 euros. Ahí empezó todo. El declive y la cuesta abajo. Al ex líder sindical más minero del mundo, el SOMA le reclama también más de 431.000 euros por apropiación indebida. Su sindicato le acusa de quedarse con fondos. Más luego esto. Que la UCO, ya ven, está empeñada en demostrar que ese dinero no procedía del bar de sus padres en Tuilla. Con lo fácil que era antes y lo complicado que se ha vuelto. Dicen que Villa ha perdido facultades, la memoria y el raciocinio. Sin duda, la fatiga del carbón.

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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