Quizá por motivo de la realidad política que vivimos, o de esa masa amorfa que ahora se llama ciudadanía y que fue consultada, el Plan de Usos para el edificio de Tabacalera es vulgar. Ramplón como él solo. Es más, condena a una edificación singular –puede que la mejor de esta ciudad- a ser utilizada para cuestiones domésticas sin ningún lustre. Esto es, para que sea un centro social de barrio sin mayor gloria. Sólo le falta que en su interior albergue una churrería para pasar las tardes de invierno. ¿De verdad queremos hacer eso con una inversión de 4,5 millones de euros? ¿De verdad queremos que algo que podría ser un atractivo turístico acabe de esa manera? Porque, si lo recuerdan, este gobierno municipal y sus predecesores, siempre apostaron por la idea de un gran museo para Gijón. O sea, un espacio donde estuviese recogida la historia, colecciones de arte y todo lo relacionado con nuestras señas de identidad. Bien es cierto, porque en la actualidad los fondos se encuentran completamente dispersos o guardados en almacenes municipales. Sin embargo, se ha dado un giro copernicano abandonando dicha concepción. El motivo: que este bodrio presentado es «un fiel reflejo de la configuración de la actual Corporación» (Carmen Moriyón dixit), además de que así lo ha dictaminado una consulta popular donde se pidió opinión a 1.100 personas. Que, claro, con la visión global que caracteriza a este tipo de procesos participativos, apostaron por el famoso «¿qué hay de lo mío?». Les importó más convertirlo en un llamado «espacio creativo abierto», que en un referente para quienes nos visiten. Hay más. No contentos con esto, con que el plan se parece como un huevo a una castaña a la propuesta original, el grupo municipal de Xixón Sí Puede dice que va a presentar el suyo propio. Nos avanza que propone que tan histórico inmueble se dedique a ser un laboratorio ciudadano de innovación social. ¿Qué demonios es eso? Pues no lo sé. Según parece, la idea viene de Madrid y pretende que la ciudanía (siempre lo mismo) se involucre y vaya a hacer allí lo que le venga en gana. En fin, lo único que digo es que vamos a perder una oportunidad de oro. Me parece que estamos reviviendo un poco lo que pasó con La Laboral en su día: ante la falta de ideas y el gran espacio a rellenar, se montó una especie de batiburrillo que al final naufragó. Miren si no a Laboral Centro de Arte y Creación Industrial que ha acabado siendo un bluf. Vuelvo a insistir. ¿De verdad este Plan de Usos es lo mejor que se nos ocurre para la antigua fábrica de Tabacos de Cimavilla? Yo creo que no.