Los responsables del Ayuntamiento difícilmente se lo podían explicar. La semana pasada había pruebas de selección para los planes de empleo municipales. Esto es, estaban convocadas 1.032 personas que se habían inscrito previamente superando los requisitos, y sólo se presentaron 238. O sea, el 23,6 por ciento de los que optaban a estas plazas. Incluso algunas quedaron vacías y no se pudo formar si quiera una bolsa de trabajo. Desconcertados, la concejala de Hacienda, Ana Braña, y el director general de Empleo, Pelayo Barcia, lo achacaron a la mejora en la situación económica y que, posiblemente, la gente había escogido examinarse en otras ciudades. Ahora bien, no lo tenían en absoluto claro. Nunca había sucedido un fenómeno similar: normalmente, la relación entre inscritos y presentados suele ser bastante superior al cincuenta por ciento. A los pocos días, se abrió el plazo para solicitar la renta social municipal. Ya saben, esa prestación estrella que han traído estos nuevos tiempos políticos y que nos han vendido como el nuevo maná. Lleno total. Sólo durante las primeras horas se recibieron 366 solicitudes. A estas alturas, el número de solicitantes supera con creces el millar esperándose aún muchos más. Las oficinas ciudadanas que informan y tramitan dicha ayuda se ven desbordadas. En la mayoría de los casos, acaban enviándose gente de un centro a otro. Todo ello, pese a que hay de plazo hasta el 31 de julio para esta convocatoria. Intervención General ya ha avisado de que el incremento de fondos para esta renta básica (hasta el infinito y más allá), compromete seriamente la liquidez de la Fundación Municipal de Servicios Sociales. Se huele lo peor: que al igual que le está sucediendo al salario social del Principado, acabe siendo una bola de nieve cada vez más grande. Sin duda, la comparación entre la aceptación de los planes de empleo y la renta da que pensar. Uno ya pone en solfa si en esta ciudad vale o no aquello del refrán chino: dale a un hombre un pez y comerá una vez, dale una caña y comerá siempre. Es decir, no tenemos claro si algunos prefieren el pez o la caña. La acogida de una y otra convocatoria no parece causal. Es como si se esperase más del Ayuntamiento una ayuda lo más dilatada posible en el tiempo, que optar a un empleo aunque sea temporal. Seguramente, los responsables políticos de la renta social se sentirán felices por esta abrumadora acogida. Yo no: intuyo que en esta ciudad no tenemos futuro. Si vamos cambiando la mentalidad del trabajo por la de la subvención, mal vamos. Si todo lo que le podemos ofrecer a un gijonés son prestaciones y no una ocupación, mal vamos.