Ahora se llevan las manos a la cabeza. Están escandalizados ante las informaciones que aparecen, se rasgan las vestiduras y se dan golpes en el pecho. Dicen al unísono sin reparos: ¡qué sinvergüenzas! Sin embargo, la vieja Asturias era así y lo sabían de sobra. Un lugar donde los sindicatos mandaban sobre la política. Uno […]