Tal parece que esta situación política ya la hubiésemos vivido antes. Me refiero a las sucesivas reuniones entre grupos políticos que, con la llega de Pedro Sánchez a la secretaria general del PSOE, se están produciendo. Es como volver al periodo previo entre elecciones: si recuerdan, entre diciembre del 2015 y junio de 2016 los partidos no hacían otra cosa. Era una auténtica fiebre por intentar llegar a pactos, formar gobiernos y coaliciones. Pues bien, el fuego ahora lo ha abierto el secretario general socialista y Pablo Iglesias. Un encuentro que no se producía desde el 30 de marzo del año pasado. Todo ello, bajo el nuevo rumbo que Sánchez quiere imprimirle al PSOE. O sea, acercarse al espacio político de Podemos lo más posible. Tal es así que, horas después de la entrevista, declaró sentirse muy cercano al votante morado. Es más, ambos pactaron una llamada «agenda común» sobre diferentes asuntos, con cinco grupos de trabajo: rescate a los jóvenes, relaciones laborales, políticas de igualdad, pensiones y desbloqueo de iniciativas parlamentarias. Temas fáciles, sin mayores complicaciones, con los que crear ese forraje ideológico del que se alimenta el populismo. Una especie de preparación estratégica conjunta para lo que va a venir: la oposición frontal y absoluta al Gobierno de Mariano Rajoy. De eso, claro, no cabe ni la menor duda. Ya saben, el «no es no» es marca registrada. Casi una patente. Ese mismo día, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, almorzaba con el presidente del Gobierno. En la mesa estaban temas como negociar el techo de gasto y los presupuestos para 2018. Una contraprogramación no buscada –según dicen- a ese presunto bloque que los grupos de izquierda pretenden formar. De la comida, también salió otro equipo negociador pero esta vez con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. El objetivo es valorar la posibilidad de una rebaja en el IRPF, como desean los de Albert. Por último, Sánchez se ha reunido con Rivera. El incansable Pedro quiere volver a intentar cuadrar el círculo: juntar a Podemos y Ciudadanos de cara a formar un gobierno por él presidido. Algo que ya hizo y salió mal. De hecho, no consiguió ni el voto de Iglesias como candidato a la presidencia, cosa que le ha reprochado mil veces. Esta vez, el resultado va a ser similar. En el partido naranja no están, ni mucho menos, por la labor de hacer un frente común en contra el PP. Sería incongruente sentarse a negociar las cuentas y luego hacer una política frontal de oposición. Lo dicho: estamos viviendo un ?Déjà vu? en toda regla. Una especie de ardor por el pacto, eso sí, sin urnas en el horizonte. ¿O quizás sí?