El pasado lunes se reunieron Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. Previamente, estrecharon relaciones en junio rompiendo una dinámica de falta de sintonía. Más que nada, porque Sánchez había dejado de ser Secretario General por las bravas. Pues bien, estaba cantado que se iba a producir un nuevo encuentro de manera inmediata. La apuesta clara de este PSOE está en acercarse lo máximo posible a Podemos. Tratar, como en más de una ocasión dijo el bello Pedro, de seducir a sus votantes para que vuelvan a recalar en las filas socialistas. Tampoco es que la reunión diese para mucho. Se hicieron una foto conjunta –los dos con camisa azul y dándose palmaditas en la espalda- y poca cosa más. Coinciden, claro, en su rechazo al Gobierno de Mariano Rajoy. Vamos, su objetivo prioritario es echarlo de Moncloa a toda cosa, aunque difieran de forma sustancial en los tiempos a emplear. Mientras que los de la formación morada apuestan por otra moción de censura con premura, en el partido socialista son más cautos. De hecho, llegaron al acuerdo de formar una «mesa de colaboración parlamentaria» que apenas ha durado 12 horas. Me explico. Con dicho instrumento de coordinación ambas formaciones formarían un frente común en el Congreso. Es decir, presentarían mociones conjuntas y se informarían respectivamente para intentar desgastar al PP. Sin embargo, digo, apenas pasadas unas horas los de Podemos ya han presentado una iniciativa propia sin avisar. Una proposición de ley sobre el trabajo de los becarios que ha sentado mal en el PSOE. No sé, supongo que Pedro Sánchez tendrá bien calculado a dónde piensa llegar con esta táctica. Esto es, si este giro a lo profundo de la izquierda que pretende dar a su partido merece la pena o no. Seguramente, como él bien dice, consiga arañar algún voto que se ha escapado por ese lado. Ahora bien, pienso que va a perder mucho más por el centro. Querámoslo o no es el votante de ese espacio político –un caladero, por cierto, mucho más amplio- quien lleva al gobierno. Lo ha hecho con el PP y PSOE cada vez que han ocupado el poder. La estrategia de Sánchez, a mi entender, sirve para ser segundo. El mejor segundo, sin duda. Asegura que no habrá «sorpasso» por parte de Pablo Iglesias, pero de eso a gobernar hay un trecho. Tan largo que en Unidos Podemos no lo han conseguido superar, a pesar de fagocitar a IU con esa intención. Si es lo que quiere este PSOE, estupendo, va a ser eternamente el primer partido de la oposición. Eso sí, a costa de que su votante pierda la ilusión porque cree que debe aspirar a algo mejor. El partido que más ha gobernado España no puede ser simplemente un telonero electoral.