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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La chorrada del verano.

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Aunque todavía queda estación por delante, yo daría ya el premio a la chorrada del verano. Las fotos de una socorrista gijonesa enseñando glúteo se hicieron, como llaman ahora, virales. Fueron recorriendo como la pólvora las redes sociales –algo habitual para este tipo de cosas- donde acabaron convirtiéndose en un auténtico vertedero. Cometarios sexistas, imágenes compartidas y la ficción creada de que el salvamento de Gijón era poco menos que «Los vigilantes de la playa». Ya saben, esa famosa serie televisiva en la que unos tipos cachas lucían palmito por los arenales de Santa Mónica (California), aunque luego nadasen menos que una gallina. Pero, como estamos en verano, la tontería viaja a la velocidad de la luz. Las fotos y el consiguiente revuelo que se armó traspasaron incluso fronteras. Diarios italianos o ingleses se hicieron eco de la noticia del «sexy bañador» de nuestro salvamento. Digo más, lejos de amainar semejante sandez generada por el estío colectivo, hasta la política se metió en ella. Primero, fue IU quien salió a denunciar el «acoso machista organizado» que sufren las socorristas de nuestro trozo de paraíso natural. Su coordinador general en Asturias, Ramón Argüelles, dijo en rueda de prensa: «Creemos que el Instituto Asturiano de la Mujer debe tomar medidas inmediatas para proteger a las mujeres». ¡Toma! Luego, vino aquello de que el Ayuntamiento había dado instrucciones sobre su vestimenta. No sé, como si las playas de Gijón fuesen una discoteca pija. Y ya, en el culmen del despropósito, hasta la propia alcaldesa, Carmen Moriyón, tuvo que salir a la palestra para desmentir que se recomendase vestir de alguna manera. Mientras, instalados ya en plena gilipollez estival, fuimos olvidando las cosas realmente importantes acerca de nuestro equipo de salvamento. Por ejemplo, que seguramente volverán a poner otro año más el ramo de laurel en la playa: símbolo de que no ha habido ningún ahogado, en una temporada particularmente aciaga a nivel nacional. O que su trabajo cada vez es más difícil. En estas mismas páginas se podía leer la falta absoluta de respeto que sufren por parte los bañistas. Pese a que están ahí para salvar vidas, la gente los desprecia con cosas como: «Os dan un silbato y ya os creéis algo». O bien. «¿Qué sabrás tú, chaval? No tenéis ni idea». O: «Que sepas que me voy a bañar aunque haya bandera roja». Acoso –éste de verdad- que padecen a diario y que ningún político sale a denunciar. Sin embargo, por lo visto, con lo que nos vamos a quedar es con las nalgas de las socorristas. En fin, lo dicho: ya tenemos chorrada del verano 2017. El año que viene, sin duda, más.

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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