Dentro de poco se inicia el curso político. Con ello, vendrá también una cita importante: comenzar a negociar los presupuestos de 2018. Punto culminante anual de esta convulsa legislatura. Momento en el cual la política enrevesada que vivimos se muestra en todo su esplendor. En 2016 estuvimos con unos prorrogados: los partidos no se pusieron de acuerdo. En 2017, en cambio, sí los tenemos gracias a las concesiones de Foro. La principal: la renta social municipal. Una medida muy añorada por la izquierda (Xixón Sí Puede e IU) que se ha hecho realidad este año. A eso hay que unir una política de gasto generosa, que no ha dudado en subvencionar todo lo que se movía en esta ciudad. El reto, por tanto, estará en asumir una nueva (y creciente) partida estructural, sin tocar demasiado el bolsillo ciudadano. De hecho, Carmen Moriyón, en una entrevista en estas mismas páginas, ya avisaba de que subirán las tasas (lo que pagamos por ciertos servicios) y se estudia la creación de un nuevo impuesto para los bancos, compañías telefónicas o energéticas por el uso del espacio público. Algo que, bien es cierto, nunca se sabe cómo saldrá. Miren si no lo que recaudó el Principado con su impuesto sobre los depósitos bancarios, antes de que fuera desactivado por el Tribunal Constitucional. Vamos a ver, pues, cómo encaja el equipo de gobierno un gasto expansivo -la renta básica implantada lleva ya 3.867 solicitudes- sin subir, por ejemplo, el IBI (la famosa contribución). Tributo fundamental dentro de las finanzas locales y que duele cuando se toca. Además, debemos tener en cuenta que otro pilar tributario también se tambalea: el impuesto de plusvalía municipal. Ya saben, lo que pagamos al Ayuntamiento cada vez que transmitimos un inmueble. La plusvalía –como se la conoce- no está pasando por sus mejores momentos. Se encuentra discutida a más no poder por ser injusta: siempre se acaba pagando, a pesar de que su objeto es gravar el incremento de valor del bien. Da igual si la venta del piso, para quitárselo de encima, generó pérdidas porque te la van a cobrar. De ahí, la pléyade de sentencias que obligan a lo obvio: sólo se puede aplicar en caso de beneficios. Pero, si quieren más, tenemos una última cosa: la regla de gasto que impone Hacienda. Espada de Damocles que pende sobre las cuentas municipales. Línea roja que resulta imposible traspasar. Nuestra Alcaldesa ya manifestó en más de una ocasión su preocupación por el tema. El Ayuntamiento se encuentra al límite. A punto de sobrepasarla, si no lo ha hecho ya. O genera más ingresos o se la saltará con creces. Lo dicho: a ver cómo se cuadra el círculo.