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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Deconstruyendo Barcelona.

Olmo Calvo. 19/08/2017 Barcelona. Catalunya La Rambla despues del ataque terrorista del dia 17.Uno. Hoy se cumple una semana de los atentados en La Rambla de Barcelona y Cambrils. Un shock para toda la sociedad que volvió a vivir, querámoslo o no, aquellos aciagos días del 11M en Madrid. Un grupo de muchachos –el mayor con 37 años- decidió cometer sobre la marcha el segundo mayor acto terrorista en España. La pregunta que nos hacemos todos es por qué. Es decir, por qué gente tan joven decide súbitamente cambiar y volverse terroristas peligrosos. Máquinas de matar que cambiaron de objetivo, puesto que el principal les falló: pretendían realizar una masacre con unos explosivos que terminaron volando la casa donde los preparaban. La teoría predominante es que se radicalizaron de forma súbita. En pocos meses pasaron de ser chicos integrados a fanáticos del Islam. La verdad, sin embargo, es que se nos escapa este proceso. Mucha gente se vuelve integrista de una determinada religión, pero no le da por cometer semejante atrocidad. Visten de una manera, comen de otra, dejan de relacionarse con sus antiguos amigos, se pasan el día rezando… El macabro mecanismo por el cual una persona se convierte en un «soldado de Alá», bien es cierto, no lo conocemos.

Dos. Además, en el caso de la cédula de Ripoll, no se trataba de uno o dos individuos, sino de un grupo mucho más numeroso (doce). No fue un «lobo solitario» como hasta ahora, sino una verdadera manada. El Imán que falleció en la casa de Alcanar, presunto instigador de todo este adoctrinamiento, según los investigadores, hizo un extraordinario y perverso trabajo. Comerles la cabeza uno a uno, sin dudas, sin que no se planteasen por qué tenían que inmolarse, sin que le contasen a nadie sus planes. Le debió resultar arduo y complicado. No creo que fuese una cuestión rápida, sino que tuvo que llevarle más tiempo a la fuerza. Ahora bien, lo consiguió. Penetró en sus cerebros aún núbiles para inculcarles veneno. El resultado, por desgracia, ya lo conocemos todos.

Y Tres. Como en cualquier tipo de atentado, siempre sobrevuela la pregunta de si se pudo evitar. O dicho de otra forma: ¿qué falló en la seguridad para que se produjese? A posteriori todos nos preguntamos por qué un juez –pese a que lo había solicitado el Ministerio del Interior- no expulsó al tenebroso Imán del país, o por qué a nadie le extrañó la acumulación de bombonas de butano (más de cien) en una casa, o por qué los servicios de inteligencia no tenían controlada una cédula tan activa. Cuestiones, claro, fáciles de plantear ahora y difíciles de llevar a cabo en la práctica. Si un grupo de fanáticos decide llevar a cabo semejante locura, resulta muy complicado pararles. Con lo que me quedo es que, siete después del 17A, fueron abatidos o están en la cárcel. Sin más.

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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