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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El (no) referéndum.

15068912412692De la jornada de ayer en Cataluña se puede hablar de cualquier cosa, menos de un referéndum democrático con algún tipo de garantía. Un viso mínimo de credibilidad al que pueda seguir agarrándose el «process». El 1-O empezó mal. Los Mossos d’Escuadra tenían la orden del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de impedir la votación por ilegal. Efectivamente, los muchachos del mayor Trapero se presentaron en los colegios, hablaron con sus moradores, recibieron alguna que otra rosa y… se fueron a desayunar. No hicieron el más mínimo intento por hacer cumplir la legalidad. Miraron para otro lado y, con ello, lógicamente, obligaron a las fuerzas de seguridad del Estado (Policía y Guardia Civil) a emplearse a fondo. En algunas ocasiones, sobrepasadas por una turbamulta perfectamente organizada. Militancia pura y dura del independentismo dispuesta a todo con tal de poner sus urnas. Ese sacrosanto símbolo de este nuevo nacionalismo por el cual se puede hacer cualquier cosa: ¡hasta saltarse la Constitución a la torera! Daba igual si no había papeletas o sobres, ni sistema informático, ni hora de apertura o cierre, de si había que votar en la calle, de si se decretaba un «censo universal» incumpliendo la propia ley del Govern, de si se podía votar varias veces sin ningún control, de si esas urnas eran como recipientes para la ropa sucia; cualquier trapacería se daba por buena con tal de simular que se efectuaba un ejercicio democrático ante el mundo. Porque, de lo que se trataba era precisamente de eso: de armar ruido, mucho ruido para que resonase lo más lejos posible. Una algarada en toda regla entre los que decían defender la democracia y un Estado opresor. Teniendo como objetivo final, no lo duden, la declaración unilateral de independencia esa misma noche electoral. Sin esperar ni siquiera al lunes. Una votación ganada por una abrumadora mayoría y que demostraría que el pueblo catalán quiere a toda costa la secesión. Sin embargo, nada de eso podemos decir. El día de ayer fue triste en general. Nadie ha ganado con este disparate mayúsculo. España, quizá, sale tocada porque las imágenes de violencia siempre penalizan, pero también Cataluña. Con unos dirigentes así no creo que lleguen demasiado lejos. Más bien, lo único que conseguirán son mayores dosis de frustración. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, lo dijo en un discurso casi institucional «Hicimos lo que teníamos que hacer, actuando con la ley y solo con la ley». Pregunto, ¿quién seguiría confiando en nuestro Estado de derecho si no se hubiese impedido semejante farsa? ¿Acaso las leyes se respetarían igual consintiendo este referéndum ilegal?

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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