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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Por fin.

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Un cuadro de Dalí. Eso es lo que fue la presunta Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que Carles Puigdemont proclamó y suspendió al mismo tiempo. Surrealismo en estado puro. El genio de Cadaqués vuelto a sacar de la tumba por segunda vez. Ocho segundos de gloria para luego caer en la depresión más absoluta. Un Pleno que comenzó una hora más tarde –y todo el mundo esperando- porque los de la CUP (los que mandan) estaban de uñas. Puigdemont les había informado de la farsa a perpetrar y se subían por las paredes. Querían todo lo contrario: salir del Parlament con una república catalana hecha y a quemar las calles. Sin embargo, nada de eso pasó. La (no) DUI fue un chasco total. Una decepción mayúscula para las tropas independentistas que estaban esperándola como agua de mayo. Un ridículo espantoso ante los medios internacionales, a los que se intentaba seducir a toda costa. Incluso hablando en diferentes idiomas (sobre todo inglés) en el templo del catalanismo. El «procés» está muerto. Ya nadie confía en él. El independentismo echa humo ante el Govern y pide que esta «secesión en diferido» se haga rápido. Nada de esperar meses. Que la independencia llegue, como si fuese el Espíritu Santo, y baje sobre sus cabezas. Para eso, para intentar aliviar tanta frustración, se firmó el documento más inútil en la historia de la democracia: la constitución de un «estado soberano» cuyo valor equivale a un euro de plomo. Declarando de facto, esta vez sí, una república imaginaria igual que la de Platón. El catalán corriente no puede más: está harto y asustado. Prolongar esta agonía «sine die», este sufrimiento infinito, es cruel. Ver como las empresas van desfilando una tras otra fuera de Cataluña, inhumano. Así no se puede vivir. Espera que el Estado les salve de esta locura decadente y le toca a Mariano Rajoy actuar. Librar a Cataluña (y España) de semejante vergüenza. Ya no caben más excusas: una comunidad autónoma se ha pasado todas las leyes por el forro y toca cumplirlas. ¿Negociar? ¿Se puede negociar cuando hay una DUI pendiente de aplicación? ¿Acaso no es dar oxígeno a este independentismo montaraz? ¿Mediación? ¿Qué hay que mediar con un Govern que engaña hasta los suyos? ¿Con unos tipos que están conspirando constantemente y sólo saben hacer trampas? Toca, repito, que el Estado de derecho actúe con todo su poder. La activación del 155 por el Gobierno es el primer paso. Por fin, vemos que se toma la iniciativa. Por fin, no estamos esperando a ver qué nuevo golpe nos llega desde Cataluña. Por fin, vemos la luz al final del túnel para acabar con esta pesadilla. Puigdemont y los suyos están políticamente muertos. Ojalá no descansen en paz.

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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