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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Indiferencia.

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Mientras el Gobierno de Javier Fernández se afana por sacar adelante un presupuesto para el año que viene, a la calle no le importa lo más mínimo. El tema ni está en las tertulias de café, ni en las conversaciones de ascensor, ni a los ciudadanos les preocupa en absoluto. Saben de sobra que la maquinaria administrativa va a seguir funcionando igual con cuentas aprobadas o sin ellas. Dicho de otra forma: la sanidad o educación, partidas clave para cualquier habitante de nuestro paraíso natural, seguirán ahí presentes y vivas durante todo 2018. Con prórroga o sin ella. A nuestros gobernantes, como es lógico, el devenir de las negociaciones puede que les quite el sueño, sin embargo, al asturiano de a pie, no. Seguirá yendo al médico de igual manera y sus hijos tendrán el colegio garantizado pase lo que pase. Podríamos decir que no le exigen –no esperan, casi diría yo- mucho más al Principado. Ni grandes proyectos, ni nuevas carreteras, ni algo que les cambie sustancialmente la vida. Simplemente, que cumpla sus compromisos en materia sanitaria, educativa y social. Es la parte gruesa del presupuesto y el resto son migajas. De hecho, lo que está discutiendo el PSOE con Podemos e IU es precisamente eso: materias sociales. La formación morada quiere la gratuidad de la educación de cero a tres años, doblar (ojo) el parque de viviendas públicas y un aumento en la plantilla sanitaria (mil nuevos puestos). IU, por su parte, está en la misma línea. Quiere llevar a cabo iniciativas sobre la pobreza energética y atención a las familias. En definitiva, lo que Unidos Podemos –la coalición vigente entre ambos grupos a nivel estatal- denomina pomposamente el «rescate ciudadano» que parece no tener fin. Según parece, se va a estar rescatando asturianos, como si fuese un equipo de emergencias ante una catástrofe, ejercicio tras ejercicio. Es, insisto, lo que está sobre la mesa antes de que el anteproyecto entre la Cámara y se vote, más o menos, hacia el 29 de diciembre. Lo demás –políticas de empleo, creación de empresas o industria, por ejemplo- no importa demasiado. Que nadie espere algo por ese lado ya que aquí, en nuestra comunidad, sólo se vive el día a día. La máxima preocupación consiste en pagar una plantilla de funcionarios que siga atendiendo a una población envejecida y punto. La prórroga, en definitiva, lo único que haría sería complicarle la vida al Ejecutivo al tener que rendir cuentas de forma continua ante el Parlamento, pero nada más. La sanidad o educación siempre van a encontrar apoyo para que aumenten sus partidas. Nadie se va a oponer y la vida sigue igual. Con presupuesto o sin él.

 

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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