Lo malo de la renta social no es que haya picaresca. De hecho, en los controles efectuados ya se han detectado tres fraudes. Dos ópticas y un comercio de ropa deportiva intentaron saltarse la lista de productos permitidos. Fueron expulsados del sistema. A eso hay que añadir también el propósito de algunos por conseguir dinero en efectivo con la tarjeta. Treta, sin duda, que desvirtúa y afea completamente el motivo de la ayuda. Lo malo, digo, no son estos casos que podríamos tildar de aislados, sino que vamos sólo, más o menos, por la mitad de los que se han adherido a la prestación. 1.108 personas ya disponen de ella, mientras que 1.038 quieren sumarse a la misma y están esperando respuesta. Si tenemos en cuenta el grado de aprobación que hasta el momento se ha dado (70%), podríamos cifrar en más de dos mil los gijoneses que pasarán a depender de esta renta básica y subiendo. Algo que pasará, seguro, en próximas fechas. Algo que le ha sucedido al salario social del Principado con anterioridad, y que en la actualidad le lleva a estar dotado con 120 millones de euros (cifra récord) en el presupuesto que se quiere aprobar para el año que viene. Algo, pienso, inasumible para un Ayuntamiento que tiene que hacer filigranas con tal de no saltarse la regla de gasto. Sí, porque según pudieron leer en estas mismas páginas, la norma impuesta por el Ministerio de Hacienda impide abonar este año 8 millones de euros en ayudas a la rehabilitación de fachadas. Es decir, son subvenciones concedidas pero que no se van a pagar. El motivo es bien simple: si se hace, no se cumple con la Ley de Estabilidad y podría llevarse a cabo una intervención. Lo cual no es deseado ni plato de gusto para nadie. Por eso, porque hay cientos de expedientes paralizados a la espera de pasarlos al siguiente ejercicio, tenemos que convenir que las finanzas municipales están al límite ante la pléyade de subvenciones que ofrece. Fíjense que solamente en la rehabilitación se han concedido, ojo, 10,4 millones de euros para un total de 91 actuaciones. La constructora que quiera realizar una fachada, tejado o eliminar barreras de arquitectónicas en los edificios de nuestra ciudad, tiene que contar a la fuerza con el apoyo del dinero público. Sin él, no se movería una piedra en Gijón. A eso hay que sumar ahora al comercio local. Encantados, faltaría, con las «tarjetas white» que proporciona a sus usuarios la renta social municipal. Una prestación que, al igual que en la construcción, acabará teniendo que ser diferida para que se pueda pagar. Con una salvedad: hablamos de personas, no de ladrillos.