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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Ciudad atascada.

downloadGijón está atascado, no sólo en lo político, sino también en cuanto a lo que el tráfico se refiere. Raro es el vial de nuestro trozo de paraíso natural donde no se forme un colapso circulatorio. Sí, ya sé que me dirán que estamos en Navidad y hasta cierto punto eso es normal. Vale, pero es que el resto del año es igual. La avenida de la Costa, a determinadas horas, esto es, al mediodía o hacia las ocho de la tarde, acaba siendo pasto de múltiples retenciones y conductores cabreados. De las entradas o salidas de la ciudad… ni vamos a hablar. La glorieta de Viesques se convierte en un absoluto maremágnum, preferentemente durante el intervalo de tiempo antes mencionado. La de El Llano en un caos atrapa conductores. Los polígonos industriales se ven envueltos cada dos por tres en una especie de aquelarre automovilístico. Circular con el coche por el centro, se hace prácticamente imposible a cualquier hora del día. Insisto, ¿sucedía eso antes? ¿Podíamos decir que moverse por nuestro Gijón del alma era una auténtica tortura? Más bien, no. Recuerdo perfectamente aquellos viejos tiempos en que, cuando se hacía una encuesta a nuestros visitantes, todos destacaban la fluidez que teníamos en la circulación. Ojo, y eso que se le preguntaba al turista en verano donde las colas son de lo más habitual. Pero, como digo, es que en la actualidad pasa siempre. Sea laborable o festivo. En primavera, verano, otoño e invierno. Lloviendo o haciendo un sol de justicia. A nuestros gobernantes, bien es cierto, parece que esto no les preocupa demasiado. Yo creo que están más obsesionados por demonizar y penalizar al vehículo particular que otra cosa. De hecho, ¿alguien creía que toda esta política que se está llevando a cabo no iba a tener una influencia negativa en el tráfico? La de peatonalizar calles sin sentido, eliminar aparcamientos a tutiplén y, últimamente, tal y como se propone en el plan de movilidad, bajar la velocidad en determinadas zonas hasta los 20 kilómetros por hora. Pues sí, claro, afecta y mucho a los que no les queda más remedio que utilizar el coche por cualquier motivo. Sea por trabajo o lúdicos, que para eso tienen todo el derecho del mundo. Gijón necesita reordenar su circulación de manera inmediata. Ver los puntos conflictivos -que, de verdad, son casi todos- y darle soluciones a quienes quieren tener una vida menos estresada. Algo que nada tiene que ver con el socorrido y sobado hasta la saciedad: deje usted el coche en casa y vaya en bicicleta o transporte público. Hay que hacer más por ese Gijón que todavía trabaja y necesita moverse rápido. Cuidarlo al máximo como si fuese una especie en extinción, porque, en la práctica, ya lo es.

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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