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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Puigdemont es el problema.

puigdemont-kfgf-u50586628514zyh-624x385rcDurante la campaña de las elecciones catalanas, a Carles Puigdemont le preguntaron por el paro juvenil. En concreto, cuál era la tasa en Cataluña. El que se autodenomina «presidente en el exilio» lo desconocía por completo. No tenía ni idea. El dato no estaba, ni mucho menos, en su cabeza. Podríamos decir incluso que hasta ni le importaba. Lo suyo, como ha quedado demostrado, es la independencia y nada más. La economía o el desempleo siempre se encuentran en un segundo plano. Lo suyo, vuelvo a repetir, es la agitación constante mediante la búsqueda de la colisión frontal con el Estado. No hay más horizonte de futuro en su programa de Gobierno. Así y todo, de forma sorprendente, consiguió 940.000 votos arrebatándole a Esquerra Republicana la hegemonía del secesionismo. Dejándola, como el cuento de la bella durmiente, sumida en un profundo sueño a la espera del príncipe Oriol Junqueras salga de la cárcel. Poco a poco, el hombre que hace dos años (2011) llegó a la presidencia gracias a la imposición de los antisistema de la CUP, se ha hecho con el poder absoluto. De tal manera, que ahora tiene planteado un órdago en toda regla: o yo, o elecciones. Tal es así, que esto ha provocado un auténtico terremoto de consecuencias inciertas dentro de su partido. Artur Mas, igual que le sucedió a Víctor Frankenstein, ha acabado devorado por su propia criatura. El ex president se aparta de todos los cargos del PDeCAT. Según dice, para favorecer que el «procés» pueda seguir creciendo, pero en realidad choca con el planteamiento de Puigdemont. La situación se le ha ido de las manos. Él afronta un embargo de sus bienes y causas judiciales, mientras que su monstruo político anda por Bruselas haciendo lo que le da gana. Sin exponerse y pretendiendo, en un delirio aún mayor, ser investido telemáticamente. O sea, que gobernaría Cataluña a través de una pantalla, como si se tratase de un avatar. Desde luego, cuando Mas habló en su comparecencia de «generosidad» se estaba refiriendo directamente a él. Señalándolo casi con el dedo y diciéndole: mójate de una vez. Porque, la verdad, donde pisa el de Girona no crece la hierba. De hecho, si llega a la Generalitat mediante pacto con ERC, tendríamos más de lo mismo. O sea, más intentos de Declaraciones Unilaterales de Independencia, inestabilidad y ruptura social. No es, a la vista está, hombre de fiar. Dijo que volvería durante la campaña electoral y no lo hizo, dijo que iría a tomar posesión de su escaño y parece que tampoco. Puigdemont, sin duda, es el problema. Con él nadie tendrá paz y forzará la máquina, si es necesario, hasta obligar de nuevo a aplicar el artículo 155 de la Constitución. Escenario que cada vez gana más fuerza y parece más que probable, si es investido este vidrioso personaje.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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