Esta semana supimos que la Estación Depuradora de Agua Residuales (EDAR) de la zona Oeste recibirá una inversión de 19 millones de euros. El objeto de la misma es adaptarla para que cumpla las condiciones establecidas en la Directiva Marco del Agua. Recordemos que Gijón incumple sistemáticamente la normativa europea de tratamientos de agua residuales y el Estado va a ser multado por ello. La Reguerona -que así se llama nuestra única EDAR en funcionamiento- necesita remodelarse para ponerse al día en cuanto a sus tratamientos, pero sigue haciendo su trabajo de forma bastante eficiente desde el 2005.
Sin embargo, el problema se encuentra en la otra cuenca. Hace ya dos años que la planta del Pisón fue paralizada por una orden judicial. Al principio, se armó un buen revuelo. Desde el emisario submarino de Peñarrubia -que encima estaba roto- se pasó a verter directamente los residuos de unos 90.000 habitantes directamente al mar. ¡Mierda va! En un primer momento, se pidió al ministerio de Medio Ambiente que buscase una solución rápida. Esto es, no podía ser que casi en plena temporada estival el turismo conviviese con semejante guarrería. Se urgió, pues, para que se activasen los procesos de desarenado y desengrasado en la nueva EDAR. Dicho de otra forma: que se permitiese quitar lo más gordo. Nada de nada. La Audiencia Nacional, de momento, no lo ha autorizado y vamos a entrar en el tercer verano con escape libre fecal en nuestras aguas.
Sin duda, la zona Este es «territorio comanche» en lo que se refiere a depuración. Se hacen mediciones (o se hacían) periódicamente para controlar la calidad de las aguas, pero hasta eso se ha relajado. Nos encontramos en una situación donde todo está parado, a la espera de que la Justicia (siempre lenta) dictamine qué va a hacer con una instalación que declaró ilegal. Desconocemos si el Ministerio, en caso de que el cierre sea definitivo, tiene un plan B o nos va a dejar así de forma perpetua. O sea, temblando cada vez que aparezca una mancha por el litoral, como sucedió en septiembre de 2016 cuando se trataba de algas en descomposición. Una inversión de 36 millones de euros que, por lo visto, tiene vocación de formar parte del «museo de los horrores» gijonés. Ya saben, la zona logística, el metrotrén, la regasificadora del Musel… En cualquier caso, tal parece que ya no importan las terribles consecuencias de esta falta de saneamiento. Llega el calor, la época de baños y a los visitantes únicamente podemos decirles, lo que en su día sostenía la anterior consejera de Medio Ambiente asturiana, Belén Fernández. No se preocupen porque «El Cantábrico es una depuradora natural inmensa». Vamos, que le puedes arrojar cualquier inmundicia y, oigan, la va a tragar como un pavo.
@balbuenajm