La ministra de Justicia, Dolores Delgado, está en la picota. No por sus desafortunadas palabras hacia su compañero Grande- Marlaska, en una conversación privada (lo llamó «maricón», con perdón); sino por haber mentido de forma continua. Primero aseguró que no tenía ninguna relación con el comisario José Manuel Villarejo: príncipe de las cloacas del Estado que encabezó durante décadas toda una red de extorsión. Luego reconoció hasta tres encuentros, pero matizando que ninguno tuvo carácter profesional. Y al final, Villarejo la puso en su sitio haciendo lo que mejor sabe: grabar a escondidas a la gente. Un medio digital difundió un audio que dejaba a Delgado a los pies de los caballos. La confianza, a tenor del compadreo exhibido durante la comida, era plena y notoria con el comisario.
A partir de ahí, los nervios de la ministra han ido creciendo. En el Senado, donde fue reprobada, se mostró fuera de sí. En un tono de crispación que para nada cuadra con alguien de tan alto cargo. Igual que en el Congreso. Sabe de sobra que está en manos del clan Villarejo y la información sucia que manejan. Un nuevo audio maligno, una confidencia filtrada a propósito, y la ministra estará fuera. Tictac. Es sólo cuestión de tiempo -quizá horas- que se vea forzada a presentar su dimisión. El príncipe de las cloacas la tiene como rehén y así, desde luego, resulta imposible que pueda continuar.
Pedro Sánchez nos presentó a su gabinete como un «gobierno de expertos». Sin embargo, en cuanto el viento sopla fuerte, la desbandada es general. Las rectificaciones y descoordinación son más que evidentes. Desde Nueva York, Sánchez dice que gobernará hasta 2020. Lo ha hecho previa confirmación -primer paso para que se vaya- de la ministra de Justicia y cantando aquello de «resistiré». Está claro que su Ejecutivo no aguanta los golpes de este mar abrupto en el que se mueve hoy la política. Cada semana asistimos a un nuevo espectáculo protagonizado por unos ministros que parecen pollos sin cabeza. Manejan la información de una manera lamentable -en constante contradicción consigo mismos- y generan confusión a raudales. Tictac.
A Sánchez no le va a quedar más remedio que ir a un anticipo de las elecciones generales, mucho antes de lo que pensaba. A todo esto, su socio preferente, Pablo Iglesias, critica también la situación. Dice que no apoyaron una moción de censura contra el PP para estar igual: a escandalo casi diario. Se muestra disconforme y sube la apuesta: si el PSOE quiere aprobar los Presupuestos Generales del Estado, va a tener que aceptar ce por be el programa electoral de la formación morada. Ya saben, subida de impuestos masiva, persecución a los ricos y puesta en práctica de la conocida «emergencia social». Tictac. Si no es por este lado, este Gobierno caerá por el otro.
@balbuenajm