Se ha puesto en ebullición. Yo diría casi al rojo vivo. Pese a la estrategia de Pedro Sánchez de intentar bajar su temperatura, la olla catalana está hirviendo a más no poder. Todo ello a cuenta de la celebración del 1 de octubre: primer aniversario de un (no) referéndum para instaurar una (no) república. Verán, a cualquier observador neutral lo que sucedió el pasado lunes le hubiera escandalizado. En Europa y en pleno siglo XXI, un grupo organizado que se denomina Comité de Defensa de la República (CDR), actuó al modo y manera de como lo hacían las SA alemanas: las tropas de asalto del régimen nazi, más conocidas por los «camisas pardas». Estuvieron a un tris de poder entrar en el Parlamento catalán con lo que ello significa, además de amedrentar y perturbar la vida a la otra mitad de la población que no comulga con el independentismo. Imagínense lo que hubiera sido ver a unos individuos encapuchados dentro de la principal institución de Cataluña. La imagen, al estilo de las revoluciones en los países del Este, insisto, hubiese dado la vuelta al mundo.
A esto, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, respondió como si fuese un radical más. Es decir, avivando ese fuego que acabará por devorarle al igual que si fuese el «Savonarola de Blanes». Torra animó a los CDR a «empujar», mientras estos le abucheaban por blando. Sus Mossos d’Escuadra se dedicaban a dar palos para contener a la turbamulta (tuvieron 32 heridos), mientras que el jefe se dedicaba a calentarlos. Y por si fuera poco, unos hechos tan graves los reduce a «pequeños grupúsculos violentos con ánimo de confrontación», cuando tiene montada una «kale borroca» en toda regla. No me extraña que más de 4.000 empresas se hayan ido ya.
En definitiva, que el asunto catalán ha terminado por estallar. Sánchez quería pacificarlo a base del buen rollo -ni abrió la boca hasta el martes-, pero eso se ha terminado. Como cualquier herida que está abierta, al final, ha acabado por sangrar de forma abundante. Ahora el Gobierno es rehén de los deseos de la Generalitat que amenaza con finiquitar la legislatura. El President quiere que le autoricen un referéndum sobre la secesión de Cataluña en un mes. Lo ha dicho en el Debate de Política General, después de haber estado el Parlament parado desde julio. Condición, por otra parte, imposible de cumplir a todas luces. Sánchez no puede llevar a cabo semejante dislate. A Torra le han apretado sus muchachos del CDR y él hace lo mismo con Madrid. «Ganaremos la independencia con o contra ustedes», le dicen. Sálvese quién pueda. Igual el próximo que tiene que salir del parque de la Ciudadela bajo una fuerte escolta no es la oposición, sino los propios independentistas. Por cierto, no sería la primera vez que tienen que utilizar el helicóptero.
@balbuenajm