Es curioso cómo todavía nos sorprenden las cosas del mundo del carbón. En concreto, los tejemanejes que se daban para favorecer a una minería que estaba prácticamente muerta: con la mayor parte de sus trabajadores jubilados y casi sin actividad. En 2009, no hablamos de hace cien años, se llegó a modificar un Real Decreto gubernamental para favorecer la concesión de ayudas, pese a que ya se habían detectado irregularidades más que evidentes en su aplicación. Lo cuenta Juan Miguel Benítez Torres, exgerente del Instituto para la Reestructuración de la Minería del Carbón (IRMC), en la declaración como testigo ante la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Todo ello a cuento del «caso Hulla», esto es, la presunta corrupción en la construcción de la residencia geriátrica de Felechosa, propiedad del Montepío de la Minera. Asegura Benítez que desde el IRMC se habían detectado «irregularidades», habiéndose obviado porque las órdenes «venían impuestas desde arriba». Total, que soltaron casi 31 millones de euros en subvenciones para una obra que en la actualidad se encuentra más que en solfa. ¡Hasta la licencia municipal se está revisando! Y con ellos, presuntamente, no sólo se desviaron fondos junto con toda clase de favores para los investigados (van 16, de momento), sino que también conseguían puestos de trabajo para sus allegados. Ya saben, la familia es lo primero.
Lo que sorprende, digo, es que sólo hace nueve años, José Ángel Fernández Villa, era capaz de conseguir esto y mucho más. Iba a Madrid con un halo de poder increíble. Tal era así que dejaba sin habla a todos por sus modales de emperador: imponiendo de malas maneras y con exigencias. Impactados por esta actitud, cuando en el IRMC se preguntaban quién era ese señor bajito y de bigote que venía del paraíso natural, todo el mundo decía entre susurros «es una persona con mucho poder, capaz de pedir audiencia con el presidente del Gobierno y ministro de Industria». A la postre, José Luis Rodríguez Zapatero y Miguel Sebastián. Oigan, y chitón, se hacía lo que él decía y punto. Sin mayores miramientos porque si no, el señor del carbón y eje del mal de esta trama de desvío de dinero público, se enojaba y podía ocurrir cualquier cosa. Si en su día fue capaz de repartir el trabajo en la mina a su antojo, ahora incluso destituir a alguien con solo mover un dedo. A tragar como los pavos.
En resumen, que nos parece que estas prácticas sucedían en nuestra Asturias en el siglo pasado, pero no hace tanto. Villa, al que vemos tan demacrado y vencido en los juzgados, gobernó en la sombra esta comunidad con mano de hierro hasta sus últimos días en el cargo. Como dijo el exgerente ante la UCO: «se comentaba que era él quién elegía al presidente del Principado». No iban muy desencaminados.
@balbuenajm