Aunque el Centro Niemeyer fue concebido como un gran proyecto cultural y revulsivo para Avilés, lo cierto es que su gestión era como la de un chiringuito. De momento, es la principal conclusión después de ver el juicio que se está llevando a cabo en la Audiencia Provincial. En el banquillo cuatro de sus responsables, más un empleado de la agencia de viajes que organizaba los desplazamientos. Oigan, 14.000 entre 2007 y 2010. O sea, a ritmo de unos 13 viajes al día para hacer, según dicen, gestiones por el planeta. El principal encausado, Natalio Grueso, fue fichado como el gurú que pondría al Niemeyer a nivel mundial. Un gestor cultural estrella, una especie de tótem que, visto lo visto, hizo y deshizo a su antojo sin que nadie le contralase.
Desde luego, hay dos cosas que merecen atención. Primera, su ingenuidad. Grueso pretende hacernos creer que él y su equipo se movían por valores tan nobles como el altruismo. Un cariño sin igual por el proyecto que les hacía -y lo repitió varias veces- cobrar menos de lo que debían. Así, es notoria la presencia de su exmujer, Judit Pereiro. Alguien que trabajaba para el Centro sin contrato y, en principio, sin remuneración alguna. Su «poder de seducción» (textual) la hacía válida para cualquier tarea. Incluso misiones tan destacadas como cuidar de los hijos de Brad Pitt o Woody Allen. Además, claro, de hacer de interprete para la alcaldesa avilesina, por aquel entonces, la actual consejera de Servicios y Derechos Sociales, Pilar Varela, que andaba floja en idiomas. Quizá por eso la entonces pareja hizo un viaje a Tailandia en 2009 por importe de 4.329 euros, todo ello pagado por la Fundación.
Pero también, y esta es la segunda cosa relevante, el gurú no deja títere con cabeza en el PSOE. Partido que gobernaba por aquel entonces y responsable de su puesta en marcha. Señala al expresidente, Vicente Álvarez Areces, como conocedor de todo y con quien despachaba directamente. Areces estaba citado en este juicio como testigo, desgraciadamente, debido a su fallecimiento, no podrá defenderse. Asimismo, apunta a los patronos por no cumplir con las obligaciones económicas. Es decir, por no aportar las cantidades necesarias para seguir con esta orgía de gasto sin control. El caso es que la brillante labor del exdirector, llevó a la ruina al Niemeyer. Un pufo de 3,4 millones de euros que, poco a poco, se va pagando. Lo peor, sin embargo, es el desprestigio del que era considerado como un «proyecto estratégico» para Asturias. De hecho, desde 2011, fecha en la que salieron a la luz las irregularidades, no ha levantado cabeza. Su actual gestión es demasiado pobre. Con actos poco atractivos y sin ninguna transcendencia. Es más, la obra en sí del arquitecto Oscar Niemeyer, ni siquiera es visitada en nuestro paraíso natural. Lo que iba a ser el nuevo Guggenheim, miren en lo que ha quedado.
@balbuenajm