Siempre consideré que los indecisos eran una especie de mito. Es decir, que aquellos que decían no tener decidido su voto, en realidad, ante las preguntas de una encuesta cualquiera, eran muchos menos de los que se representaban. Recuerden que siempre eran objetivo claro de los partidos. O sea, las campañas se montaban para intentar captarlos y, el político de turno, ante unos malos resultados, esgrimía el mismo argumento: hay muchas personas que no saben a quién votar. Sin embargo, creo que esta vez es verdad. Es decir, que los indecisos van a protagonizar estas elecciones. Según la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que se presentó el martes son casi el 42%. Para que se den una idea, en las anteriores de 2016, ese mismo porcentaje era del 32. Estamos, pues, ante el mayor número de votantes en la historia que dudan en su voto. Esto mismo sucedió en las elecciones andaluzas -las que marcaron el patrón para el resto- y el vuelco electoral fue más que evidente. Por cierto, con un nuevo y estrepitoso fracaso en las predicciones del CIS.
Pues bien, si digo que esta vez veo al electorado más inseguro, es porque tiene más opciones que nunca. Hasta hace poco, el espectro de la izquierda estaba copado por el PSOE y el de la derecha por el PP, pero llegaron nuevos partidos (Podemos y Ciudadanos) cambiándolo todo. El panorama político se ensanchó y, después de dos generales a prueba, ellos también sufren movimientos de trasvase hacia los tradicionales. De hecho, las mayores dudas están en la derecha, ya que, entre Ciudadanos y el PP, hay un 12% de electores vacilantes. Mientras que entre Unidas Podemos y PSOE un 9% manifiesta no estar seguro de a qué opción votar. Por tanto, lo que vemos es que la política se ha vuelto líquida. Sus movimientos, al igual que un fluido, son rápidos e imprevisibles. Los partidos ya no tienen suelo (véase la contundente caída de Unidas-Podemos), mientras que el techo puede ser cualquiera (a Vox le pronostican 37 diputados en su primera cita con las urnas a nivel nacional).
En Asturias, incluso el porcentaje de indecisos es aún mayor, llegando a casi un 45%. El reparto de escaños puede ser otro en función de que se muevan hacia un lado u otro. Dada la menguante representación que nos ha quedado (sólo siete diputados) cualquier mínima alteración va a tirar por tierra los pronósticos. Dicho de otra forma: del cielo al infierno sólo hay un paso. De momento, el reparto que se nos ofrece puede ser creíble. Seguramente, el PSOE ganará las elecciones con tres escaños, dos para el PP, mientras que Unidas-Podemos y Ciudadanos tendría uno. Ahora bien, como el voto oculto no es fácil de detectar, es posible que entre Vox y esto cambie. Como digo, la política se ha vuelto líquida y ni el propio director del CIS, José Félix Tezanos, se cree su macroencuesta.
@balbuenajm