Finlandia puso en marcha una experiencia sobre la renta básica. Es decir, repartió un subsidio de 560 euros mensuales sin nada a cambio durante dos años entre 2.000 desempleados. Tuvo que ser suspendida. Logró subir la autoestima de sus receptores, pero en ningún momento incentivó la búsqueda de empleo. El experimento finlandés -país rico del llamado estado del bienestar, no lo olviden- dejó bien claro que este tipo de prestaciones universales, constituyen una carga imposible de soportar puesto que el número de sus beneficiarios nunca disminuye. En Gijón, como saben, intentamos hacer algo parecido con la famosa renta social municipal. Una ayuda cuyo objetivo inicial era que nadie cobrase en la ciudad menos de 600 euros al mes. Al menos, así lo afirmó la ex alcaldesa, Carmen Moriyón, durante su presentación. Eso sí, sin ningún tipo de contraprestación como, por ejemplo, la búsqueda activa de un trabajo. El resultado es que el número de perceptores -quedan aún sobre 3.700 solicitudes pendientes de resolver- no ha parado de aumentar. Independientemente de los ciclos económicos de bonanza, los beneficiarios fueron creciendo como si le echasen levadura. Sólo en compras a los comercios locales gracias a las tarjetas, se han empleado seis millones de euros en dos años. Como ven, aunque en Finlandia se dieron cuenta de que era inviable de mantener, aquí no. Sin duda, somos los más grandes.
Con las elecciones de mayo y el consecuente cambio de gobierno, las cosas parecían que iban a cambiar. Nuestra alcaldesa, Ana González, siempre dijo que no era el modelo del PSOE. De hecho, en octubre se anunció que desaparecía del proyecto de presupuestos presentado. Sin embargo, cuanto más nos acercamos a las fechas clave para su aprobación, parece que su continuidad va a ser un condicionante. Podemos ya ha dejado claro que no va a transigir con su desaparición y exige que se la dote con un millón de euros. González manifiesta que «no será impedimento» para un pacto con la formación morada. En resumen, que puede que se elimine el nombre como tal, pero seguirá con la misma filosofía. Repartiendo ayudas como quien tira arroz a las palomas. Mientras tanto, hay que ver como la financiación del plan de barrios se dilata en el tiempo. En teoría, fondos dedicados a «adecentarlos y poner guapo Gijón». Su dotación es de 44 millones de euros distribuidos en cuatro anualidades. Esto es, durante toda la legislatura es lo que se piensa invertir, incluyendo labores propias de mantenimiento y conservación. El equipo de gobierno rechazó la continuidad de la renta municipal porque costaría sobre 4,5 millones de euros al año. Dijo que eso «era imposible». Conviene recordárselo de cara a esta negación, puesto que, mientras las inversiones se alargan «sine die», las políticas sociales hay que pagarlas mes a mes.
@balbuenajm