Siguen avanzando las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez. Después del falso espejismo de hacernos creer que había un gobierno progresista -ya saben, lo del abrazo con Pablo Iglesias apenas unas 48 horas después de las elecciones- cada día está más claro que dependemos del independentismo catalán. Plato que se va cociendo a fuego lento para que luego lo deguste la opinión pública sin quemarse. Así, primero se divide a los separatistas entre buenos y malos con el objeto de dar una mejor imagen. Es decir, con Esquerra se puede llegar a acuerdos porque son muy razonables, mientras que con Carles Puigdemont no. Y segundo, sentándose a negociar sin demasiadas condiciones como ya está ocurriendo. Por el medio, está el Partido Socialista Catalán (PSC) que es el gran urdidor de la estrategia. De hecho, su líder, Miquel Iceta, incluyó en su congreso lo del «Estado plurinacional» que tanto preguntaron a Sánchez durante la campaña. Todo ello, como digo, para que al final veamos en el acuerdo un gran pacto que solucionará por fin lo de Cataluña.
Sin embargo, en la segunda reunión Esquerra ha comenzado a ganar el debate terminológico, algo que es fundamental para el independentismo. En un breve comunicado conjunto, tanto el PSOE como ERC, reconocen que hay un «conflicto político y que debemos resolverlo políticamente». Vamos, miel sobre hojuelas para quienes piensan que vulnerar la ley se resuelve a base de hablar durante horas. Un paso atrás, obviamente, para aquellos que pensamos que saltarse la Constitución es intolerable. Sin duda, el terreno por el que se quiere transitar no puede ser más pantanoso. Si el que menos de la mitad de los catalanes pretendan separarse a las bravas lo admitimos como un «conflicto político», ¿qué será lo siguiente? ¿Hablar sobre la soberanía? ¿Conseguir indultos hacia los políticos presos por la sentencia del «Procés»? ¿Quizá una fórmula ambigua que reconozca de forma subrepticia el derecho a la autodeterminación?
Tiene gracia (maldita) la segunda parte de este comunicado. Dice que en estas segundas conversaciones se ha avanzado en «la recuperación de derechos civiles, laborales y sociales». Oigan, como si un objetivo primordial de las negociaciones fuese, no sé, la derogación de la reforma laboral del PP. O como si a quienes llegaron a declarar la república catalana por unos minutos, les importase un bledo estos temas y otros parecidos. Entiendo que Pedro Sánchez es consciente de donde se mete con tal de ser presidente del gobierno. Ahora bien, puede salirle tan mal la jugada como la vez anterior. Recuerden cuando la portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá, tenía que hacer piruetas para explicar el papel de un presunto mediador internacional. Igual sería bueno tener las cosas bien claras antes de seguir por una línea de concesiones.
@balbuenajm