Sin duda, de cara a la próxima investidura de Pedro Sánchez, lo que más está inquietando es el pacto con los partidos nacionalistas e independentistas. En concreto, con el PNV y ERC. Vale que el acuerdo con Podemos también tiene su miga. Disfrazado como una alianza socialdemócrata clásica (subida de impuestos a las rentas más altas), contiene elementos que en absoluto lo son (la limitación de los precios del alquiler de vivienda). Este último punto, constituye un atentado contra nuestro sistema de economía de mercado. ¿Acaso le van a decir -desde un ministerio manejado por la formación morada- lo que tiene que cobrar un arrendador por su propiedad? ¿Cuál será entonces el siguiente paso? ¿Ponerle un precio máximo de venta? Por no hablar, claro, de que muchos preferirán no alquilar a tener que someterse a semejante dislate. O habrá un precio oficial que se refleja en un contrato y otro oficioso por encima de éste. En cualquier caso, no creo que en la Europa del libre mercado tenga encaje una medida así. Quizá en otros países, a muchos kilómetros de distancia, sí. Ya saben cuáles.
Sin embargo, lo que perturba, como digo, son esos pactos que se están firmando con cierto oscurantismo. El documento con el PNV contiene compromisos tales como realizar «las reformas necesarias para adecuar la estructura del Estado al reconocimiento de las identidades territoriales». Oigan, ¿qué es eso? ¿Acaso no están suficientemente reconocidas en nuestra Constitución, tanto Cataluña como el País Vasco? ¿Qué más quieren? Desde luego, lo que se certifica es que la brecha en esta España de dos velocidades será aún mayor. Por un lado, los catalanes y vascos disfrutando de auténticas prebendas (hasta selecciones deportivas propias); por el otro, el resto que estamos a verlas venir entre penurias. Luego ponemos el grito en el cielo porque en León quieran formar una autonomía propia. La verdad, no me extraña.
Ahora bien, donde la cosa creo que se le ha ido de las manos al PSOE es con el secesionismo catalán. Aceptar un referéndum en Cataluña para los futuros acuerdos entre el Gobierno central y la Generalitat es un auténtico disparate. Esquerra está vendiendo esto como un éxito. Por fin, vamos a votar, se dicen. Sánchez, en cambio, a duras penas puede explicarlo. Sólo había que ver al Ministro de Fomento y Secretario de Organización, José Luis Ábalos, admitirlo ante los medios entre requiebros dialécticos. Primero, se cambió el lenguaje para contentar al independentismo. Recuerden lo del «conflicto político» catalán, en vez de los «problemas de convivencia». Ahora que se va a realizar un referéndum de aquella manera sin contar con el resto del país. En resumen, tal y como había profetizado el presidente de Castilla-La Mancha, el también socialista Emiliano García-Page, ha llegado el momento de la vaselina a tutiplén.
@balbuenajm