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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El gas de la risa.

En noviembre del año pasado, Marcelino Oreja, consejero delegado de la empresa Enagás, visitaba nuestra ciudad. Fue para participar en una jornada sobre «Bunkering de GNL: descarbonización y sostenibilidad». A la postre, el almacenaje del Gas Natural Licuado (GNL) y su posterior distribución. Según Oreja, la puesta en marcha de la regasificadora de nuestro puerto «estaba más cerca». Todo ello, debido a que el mercado gasista se encuentra en auge y la instalación gijonesa podría tener ahí su hueco. Además, claro, de acabar con los problemas legales que impiden su puesta marcha. El consejero concebía a El Musel como punto de repostaje para los barcos que utilizan este combustible. Algo que progresivamente tendrá que ir creciendo por cuestiones medioambientales. Recordemos que lleva hibernada desde que se terminó su construcción en el 2012. También que costó 360 millones de euros que estamos pagando usted y yo vía recibo mensual. Tela.

Esta semana supimos que los planes de la empresa parecen haber cambiado. A través de la iniciativa «Araña verde» pretende producir hidrógeno verde -un combustible limpio- que posteriormente se exportaría a través del Musel. El proyecto contempla construir una planta de electrolisis abastecida por energía solar y eólica. La instalación gijonesa serviría como punto de almacenaje y se habla sobre unos 400 millones de euros de inversión en Asturias. Pues bien, ¿de qué depende que esto salga adelante? ¿Se lo imaginan? Sí, de las subvenciones. La misma cantinela de siempre. Si la Unión Europea contribuye -merced a esa lluvia de dinero prometido para compensar los efectos de la transición energética- tendremos una oportunidad para ver su desarrollo. En cambio, si no hay dinero público seguiremos a verlas venir. O sea, con una regasificadora que servirá para las visitas escolares en el mejor de los casos. Exactamente igual que pasa con la autopista del mar. Si se riega con los subsidios pertinentes, algún día zarpará otro ferry desde Gijón con destino a Nantes. Lo dicho: la eterna canción.

Francamente, a mí me es indiferente el gas que se almacene en la regasificadora. Sea GNL, hidrógeno o de la risa, por cierto, el que lleva acumulándose durante ocho largos años. La cuestión es que se ponga en funcionamiento porque da grima mirar al horizonte y ver esos enormes tanques vacíos. ¿Ustedes creen que al puerto de Bilbao -donde ya mueven ingentes cantidades de gas licuado- le harían algo así? Es decir, dejarían tanto tiempo sin actividad una inversión tan cuantiosa. Ni de lejos. Fíjense que tal parece que todavía no se sabe qué hacer con ella. Nació con la idea de conectarse a la red nacional y eso nunca se produjo por la falta de demanda. Y ahora se nos habla de proyectos multimillonarios -quizá cuentos de hadas- que todavía están muy verdes.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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