En los gobiernos de coalición siempre hay celos. Rencillas entre los partidos que lo componen por el protagonismo de sus miembros. Sucedió en Italia, país con amplia experiencia en este tipo de Ejecutivos. El ministro del Interior, Matteo Salvini, era la estrella de un gobierno formado por La Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas. Poco menos, oigan, que juntar el agua con el aceite. Las apariciones de Salvini no dejaban de eclipsar a todos los demás, incluido al propio presidente. Sus salidas de tono, a cuenta de la inmigración ilegal por el Mediterráneo, épicas. Tanto se lo creyó Matteo que, en agosto de 2019 y tras posar en bañador por las playas de media Italia, indujo una crisis al romper la coalición. La cosa terminó con La Liga Norte en la oposición, mientras que el Movimiento Cinco Estrellas cambió de socio. Llegó a un acuerdo con el Partido Democrático. El ansia de poder de Salvini fue también su tumba política: quería forzar unas elecciones para rentabilizar la popularidad ganada y no le salió bien.
A mí me resultó llamativa la aparición del vicepresidente, Pablo Iglesias, en un informativo de máxima audiencia el pasado martes. Apenas habían transcurrido unas horas desde el primer Consejo de Ministros y allí estaba: a las nueve de la noche en un plató de televisión. Ejerciendo el cargo que acaba de estrenar con toda solemnidad. Vimos a un Iglesias blando y suave, se diría que de algodón. Recalcando que su responsabilidad ahora era mucho mayor y que lo de «asaltar los cielos», ya era parte de un pasado revolucionario. Incluso el presentador se lo tuvo que preguntar, ¿es usted el mismo Pablo Iglesias al que yo entrevisté aquí más veces? La verdad, no lo parecía. Tenía un tono tan presidencial que casi le estaba haciendo hasta sombra a Pedro Sánchez. Sin duda, uno de los objetivos de Podemos en esta etapa: demostrar que pueden gobernar y volver a crecer a base del PSOE.
¿Habrá una pugna constante entre Sánchez e Iglesias? Yo diría que seguro. Será una de las claves de la legislatura por mucho que haya acuerdos firmados. Dudo que el líder de la formación morada se dedique a sus temas -es vicepresidente de Derechos Sociales y Agenda 2030- y no se meta en mayores honduras. Seguro que querrá ser mucho más que eso y no perderá oportunidad de mostrarlo en público. En un Ejecutivo, por cierto, que está pensado como si fuese el consejo de administración de una empresa privada. Es lo que dijo Sánchez para justificar su número. Vale, pues entonces le sobran unos cuantos miembros. La multinacional tecnológica Apple -cuyo valor en bolsa roza el PIB español- tiene en su consejo siete personas. Mucho más cerca, el gigante Indetex de Amancio Ortega, maneja un imperio sólo con nueve. Aquí, como saben, hacen falta veintitrés para contentar a todo el mundo.
@balbuenajm