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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La «casa paquete».

Es curioso lo que está pasando con la Casa Paquet. Ya saben, el inmueble alquilado por el Ayuntamiento para albergue de peregrinos del Camino de Santiago y que ahora no sabe qué hacer con él. De hecho, según la opinión de los expertos en materia de accesibilidad no puede albergar «ningún servicio público». Fue lo que dijo la presidenta de Cocemfe Asturias, Mónica Oviedo, en una visita organizada para los grupos municipales el pasado viernes. Entre los motivos para descartar este tipo de uso público se encuentra su ubicación: situado en la subida a la Colegiata en el barrio de Cimavilla. A la postre, con desniveles que alcanzan, según los representantes de Cocemfe, entre el 7 y el 10%. Traba que llama la atención por lo siguiente. Otra edificación noble gijonesa es la antigua Fábrica de Tabacos. Como es de sobra conocido, en obras porque pretende albergar el futuro museo de Gijón, entre otras cosas. Por esa misma regla de tres, el edificio de Tabacalera resultaría también inaccesible porque se encuentra en el corazón mismo del barrio. Es decir, para llegar también hay que afrontar numerosas cuestas. No sé, ¿nos gastamos millones de euros en su restauración y luego decimos que presenta barreras para su acceso?

Es mas o menos lo que sucede con la Casa Paquet. El Ayuntamiento -con el anterior equipo de gobierno- tomó el acuerdo de hacer trabajos de adecuación (620.000 euros se invirtieron), así como afrontar un alquiler durante 25 años (18.000 euros anuales). Todo estaba preparado para que fuese el albergue de peregrinos que necesita nuestra ciudad. Sin embargo, ahora se cambia de criterio justificándolo en base a esa presencia de barreras arquitectónicas. Lógicamente, imposible de cumplir al cien por cien con las leyes de accesibilidad actuales en un inmueble que data de principios del siglo pasado (1918). En fin, yo lo que me pregunto si un peregrino cualquiera no prefiere pernoctar en una construcción histórica, a cambio de perder esos grados de accesibilidad. O dicho de otra forma: ¿cuántos edificios singulares de este tipo se ofrecen en el Camino de Santiago? ¿Cumplen todos con la eliminación de barreras arquitectónicas en el nivel que aquí estamos exigiendo?

Vamos a acabar teniendo que llamarla la «casa paquete», porque igual se convierte en otro proyecto fallido de nuestra ciudad. Si no se puede utilizar para nada, ni una simple oficina de turismo, entonces, ¿qué hacemos? ¿para qué nos gastamos todo ese dinero? Si se va a mantener ese criterio a rajatabla en un futuro con cualquier otro edificio histórico, ¿no estamos condenando a nuestro patrimonio a su progresiva desaparición? De momento, lo que llama la atención es que, aunque terminadas sus obras y pagando una renta, estemos discutiendo sobre para qué la vamos a utilizar. No deja de ser un desatino.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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