Durante este mes de marzo supimos que el censo de perros en Gijón es de 34.754, según datos del Registro de Identificación de Animales del Principado de Asturias (Riapa). Eso significa que tenemos más mascotas que habitantes en los barrios de La Arena y El Coto juntos. También que este número es mayor que el de bebés, niños y adolescentes hasta la edad de 16 años. Esto, claro, supone un cambio en la ciudad. No se concibe un espacio público sin que los canes tengan su lugar. Es decir, zonas habilitadas donde puedan correr y solazar libremente. Es más, dentro del gobierno municipal se ha creado una Concejalía de Salud Animal. Desde ella, se vio la posibilidad de poner un impuesto por la tenencia ante ese gran incremento, pero luego se descartó. Incluso está en marcha una ordenanza por la cual se obligará a limpiar y disolver los orines con desinfectante. Por tanto, los perros son una parte relevante en nuestro Gijón del alma.
Pues bien, tomo el título prestado de la novela de Mario Vargas Llosa por una razón: con la crisis del coronavirus se han vuelto aún son más importantes. Como saben, una de las excepciones al confinamiento es que está permitido sacarlos a hacer sus necesidades. Sin embargo, los dueños aprovechan para alargar esa estancia en la calle todo lo que pueden. Digamos que nunca estuvieron tan paseados y si no vean lo concurrido que está el «Solarón» a diario. De hecho, sorprende que los albergues de animales tengan ahora solicitudes de adopción a tutiplén. Este amor repentino e interesado me lleva necesariamente a hacer una reflexión. ¿Qué pasará cuando esto termine? ¿Serán responsables quienes hayan adoptado una mascota y continuarán cuidándola? Sinceramente, pienso que no. O para ser más exacto: en la mayoría de los casos pretenderán deshacerse de ella porque representará una carga, cuando recuperen su libertad. Sí, ya sé que me dirán que confío muy poco en la humanidad, pero a las pruebas me remito. Poco antes de la implantación del estado de alarma entraban al año sobre 750 animales en el albergue de Serín, algunos para ser recuperados y otros dados en adopción. Veremos cuánto baja su número durante este largo mes de reclusión y cuántos vuelven a la perrera cuando se acabe. No creo equivocarme mucho cuando digo que esa cifra será prácticamente igual. O sea, se habrán utilizado como una mera autorización para salir a la calle.
@balbuenajm