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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Arreando.

En nuestro trozo de paraíso natural han surgido distintas clases de movilidad. Táctica, teórica, práctica y, sobre todo, improvisada. Consiste esta última en lo siguiente. Me levanto por la mañana, cojo un mapa de Gijón y señalo con el dedo una zona. Esto es, allí donde caiga el índice puede ir una peatonalización o un «bicicarril» incrustado por alguna de las principales arterias. Este es el «modus operandi» al que nos está acostumbrando la Concejalía de Medio Ambiente y Movilidad. A la postre, suma hacedora de esta pléyade de medidas circulatorias que se ponen en práctica un día sí y otro también. Vean si no. A partir de hoy, existe un corredor peatonal para ir a la playa desde Begoña. ¿A alguien se le hubiese ocurrido semejante idea? Sin duda, no. Sólo a los de esta hiperactiva concejalía que, no sé, tal parece que están reinventando Gijón. Oigan, ¿y qué demonios es eso? Pues tampoco lo tenemos muy claro, Porque, vamos a ver, ¿acaso no llevamos siglos yendo a la playa a pie desde cualquier punto de esta ciudad sin ningún problema? Tras peatonalizar tres calles de sopetón, ¿en qué mejora ese tránsito hacia San Lorenzo y no perjudica al tráfico rodado o a los propios residentes? Sin embargo, esta pasada noche se cerró la calle Covadonga (ya era casi peatonal), luego vendrán Ruiz Gómez y Caridad sin contar con nadie. Ah, y el que venga detrás que arree.

Lo mismo que con la peatonalización del Muro. Verán, desde 1992 que tuvo lugar la última gran reforma, ha habido ciento y una discusiones sobre qué hacer con el paseo. Unos proponían soterrar el tráfico, otros dejarlo semipeatonal y algunos cerrarlo. A los de la tribu de la movilidad les ha bastado con un año de mandato -y una pandemia por el medio- para dar con la solución. Dejo un carril en dirección al Piles para los coches y punto pelota. Lo demás, para peatones, ciclistas y patinetes por este orden. Mientras en el último proyecto, siendo alcaldesa Carmen Moriyón, se preveían 74 millones de presupuesto en su transformación, ellos hacen un parche de poco más de 200.000 euros y se acabó. Todos contentos. Si los gijoneses tienen que andar por el descarnado asfalto -aunque luego se agolpen cerca de la barandilla playera, puesto que ahí está la gracia de una caminata por El Muro- no pasa nada. Tampoco si los conductores tardan media hora en llegar a la glorieta de la avenida Castilla, como hace poco sucedió. Lo dicho: el que venga detrás que arree.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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