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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Yo mando.

Está siendo un verano raro de narices. Inusual, diferente y el más atípico de la historia. A todos nos está sorprendiendo la virulencia que tiene el coronavirus. Algunos, entre los que me incluyo, pensábamos que su fuerza contagiosa iba a mermar. Esto es, pasaríamos una temporada estival de manera más o menos normal, para luego enfrentarnos con él otra vez durante el otoño. Sin embargo, está sucediendo lo contrario: eso de que con el calor iba a disminuir resultó ser una teoría falsa, al igual que otras muchas que hemos visto en esta pandemia. Desde luego, si a principios de año nos dicen que íbamos a tener «acomodadores» en la playa, hubiésemos pensado que era una broma. Lo mismo que las aplicaciones para el control de acceso o que se cierren los arenales por exceso de aforo. A eso tenemos que sumar la suspensión de la Feria de Muestras, la tradicional noche de los fuegos o cualquier tipo de fiesta. De barrio, parroquia rural e incluso la mismísima Semana Grande. A esta situación extraña, sin ninguna duda, también está contribuyendo nuestro Ayuntamiento. Con la excusa de lucha contra el virus está tomando decisiones cuando menos discutibles, vamos a llamarlas así. Un buen ejemplo lo tienen en la reforma exprés del Muro, que está levantando ampollas entre distintos colectivos ciudadanos.

Resulta que en pleno mes de agosto las casetas de obras se encuentran por San Lorenzo. ¿Es normal? En absoluto, ni siquiera en estos tiempos. Lo razonable, entiendo, hubiese sido hacer esto más pausado. Con un debate mucho más amplio y teniendo claras las consecuencias de dejar un solo carril para la circulación rodada. Sin embargo, el equipo de gobierno no ha dejado opción. Se ha impuesto el «yo mando» y punto. Reforzando la teoría de que el cambio de la movilidad en Gijón ya se está produciendo de facto, aunque tengamos una ordenanza todavía en fase de alegaciones. Dicho de otra forma: se nos está imponiendo un modelo de ciudad a las bravas. Esta forma de gobierno -yo diría que hasta cierto punto despótica- hace que no se escuche a nadie. Da igual que haya manifestaciones vecinales en Cimavilla, se creen plataformas ante los desaguisados o miles de firmas contrarias a estas actuaciones entren en el registro municipal. Da igual, digo, porque el discurso oficial es que los gijoneses no saben lo que es bueno para su ciudad y yo sí. O sea, que no tenemos derecho a participar en el diseño porque los que saben son ellos.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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