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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Algo está mal.

Al gobierno de Pedro Sánchez le ha vuelto a pillar el toro. Me refiero a que, al igual que ocurrió en marzo, el coronavirus sigue por delante de cualquier acción gubernamental. Ni en las previsiones más pesimistas pensaba el Ejecutivo llegar al otoño con estas cifras. Alrededor de 3.000 contagios diarios (2.731), casi 500.000 infectados (470.973) y acercándonos peligrosamente a los 30.000 fallecidos (29.152) desde comenzó la pandemia. Todo ello, claro, según los datos oficiales. Con poblaciones a las que se ha tenido que retroceder en el proceso de desescalada y otras a las que se ha vuelto a confinar. En definitiva, un panorama infinitamente peor al que señaló Sánchez cuando comenzó esta «nueva normalidad» en junio. Desde luego, no creo que pueda volver a decir aquello de «hemos salido más fuertes». Ojo, esto después de haber tomado las medidas más estrictas y rigurosas con respecto a los países de nuestro entorno. Un confinamiento de lo más restrictivo, además de un proceso de desescalada que da la impresión de no haber acabado todavía. Deberíamos, pues, los ciudadanos preguntarnos si estos sacrificados que hacemos son rentables. Es decir, si después de que muchos hayan perdido el trabajo (o sigan inactivos), vean limitada su vida diaria (llevando una mascarilla o evitando las reuniones) e incluso tengan cercenados servicios básicos (no pueden ir al médico como antes), vemos la luz al final del túnel.

Yo diría que no. Es más, en comparación con otros países la pandemia no parece remitir. Sin embargo, el discurso de nuestros gobernantes justificando esta situación se basa en dos postulados. Primero, las comunidades autónomas están gestionando de forma ineficiente esta «nueva normalidad» y segundo, nos hemos relajado demasiado. Desde que finalizó el estado de alarma tal parece que el Gobierno se haya tumbado a la bartola. Ni siquiera ejerció unas mínimas funciones de coordinación. Fíjense que si viajo en coche a Murcia con cuatro personas no convivientes, alguna se tendría que bajar antes de llegar porque allí no admiten más del 50% de la capacidad del vehículo. En cuanto al comportamiento colectivo, aunque manifiestamente mejorable, tampoco podemos considerarlo como el eje del mal en la lucha contra el virus. La gran mayoría hemos observado las normas con celo. Es cierto que hay casos sangrantes de incumplimiento, pero también que no justifican estos resultados. Sin duda, algo se está haciendo mal.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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