Siempre me resultaron sorprendentes algunas cosas de la Navidad. En concreto, esa teoría que atribuye a la luz poderes taumatúrgicos sobre el individuo. Es decir, supuestamente produce el milagro de que compremos más. Por estas fechas, lo normal es que estuviésemos hablando de lo que se hizo ayer: el encendido de la iluminación navideña de nuestras calles. En otras circunstancias, digo, estaríamos criticándola o vertiendo elogios sobre ella. Comentando lo que le falta o lo bonito que queda Gijón adornado. Incluso hay ciudades como Vigo donde se gastan una pasta -más de un millón de euros del presupuesto municipal- en ello. Hacen publicidad masiva o fomentan el turismo con exacerbadas campañas que, por lo visto, dan resultado y gustan a los propios vigueses. Si no su alcalde, Abel Caballero, tampoco arrasaría en las elecciones municipales. En todo caso, si es verdad la leyenda urbana de que esto contribuye a aumentar el que la gente compre, esta Navidad va a tener que demostrarlo. De hecho, ni siquiera ha habido las tradicionales protestas de quienes ven su calle insuficiente o mal iluminada. Sin duda, los comerciantes están mucho más preocupados por recuperarse de los sucesivos cierres que han sufrido. En definitiva, por la supervivencia del negocio.
Mi peluquero me dice que le han bajado las ventas un 50 por ciento. Le pregunto cómo puede ser eso posible, puesto que no deja de ser un servicio higiénico. Entre el miedo al contagio del coronavirus y la precariedad económica de muchos hogares, comenta, hasta esto se resiente. Poco más allá, una tienda de ropa tiene cola a su puerta. Llama la atención puesto que la fila es bastante grande. Me preguntó por qué y veo la respuesta en el escaparate: liquida toda la mercancía a precio de saldo por cese de negocio. Encontrarse con la gente de la hostelería es fácil. Sólo hay que dar un paseo por el barrio y los verán a casi todos dando vueltas. Con los locales cerrados desde hace casi un mes, sus caras no pueden ser más sombrías. Reflejo inequívoco de la situación por la que están pasando y a la cual no ven solución a corto plazo. Sus protestas van a más -encierros, manifestaciones o caceroladas a diario- pero siguen sin poder levantar la persiana. No sé, repito, si la luz nos puede ayudar a sobrellevar este panorama desolador, bienvenida sea. Compren mucho.
@balbuenajm