Un millón de rayas. Más o menos, es la cantidad de pintadas en el suelo que se han hecho por las calles de nuestra ciudad. Las tenemos de todo tipo y condición. Unas convencionales que separan los carriles, otras que se han montado sobre los anteriores para las bicicletas o patinetes y una señalización de limitación de velocidad en horizontal. En otras palabras, cada vez que circulamos parece que estamos profanando un cuadro de arte abstracto. Todo ello, debido a la puesta en práctica de la conocida como «movilidad táctica». Una medida transitoria que quiere convertirse (y lo hará) en definitiva. Una especie de experimento que, sin duda, ha llegado para quedarse. Vamos, cualquiera le quita a los de la tribu de la movilidad este juguete con el que disfrutan a tope.
El «Cascayu» y un corredor hasta la playa. Aquí tienen otro ejemplo de este peculiar urbanismo que va creciendo como la espuma. Con el argumento de combatir la pandemia, un buen día vimos cómo se cortaba El Muro a la circulación y se pintaba la nueva zona peatonal de colorines, además de poner unos bancos por si alguien se mareaba ante la explosión de tonalidades que tenía bajo sus pies. La medida, como saben de sobra, fue acompañada por un corredor desde Begoña a la playa que nadie entendió (ni entiende todavía, por cierto). Esto es, dos calles -Caridad y Ruiz Gómez- fueron cortadas al tráfico y sometidas al mismo tratamiento que el paseo de San Lorenzo. Siempre, ojo, bajo la fórmula de esa mal entendida transitoriedad que no sabemos muy bien cuándo acabará. De hecho, el proyecto de reforma exprés de El Muro está pensado para que tenga una vida útil de cincuenta años. Dios nos lo quiera.
El asfaltado del Tránsito de las Ballenas. Pues bien, de los creadores de lo anterior, llega una nueva versión de Cimavilla a parches. Los «playos» vieron esta semana como su adoquinado -símbolo del barrio gijonés más histórico – desaparecía bajo una capa de asfalto en la popular «Cuesta del Cholo». El motivo: como estaba en mal estado lo arreglamos de esta manera y punto. La pregunta es, si esto ya llevaba mucho tiempo así, ¿por qué no se hizo una reparación puntual con el mismo material? Si, efectivamente, va a volver el adoquín más pronto que tarde, ¿a qué viene gastarse el dinero ahora y encima hacer esa chapuza? Como pocos lo entienden -supongo que quienes lo idearon- tendremos que enmarcarlo en lo que les digo: este nuevo Gijón del alma provisional.
@balbuenajm