Resulta curioso la profusión de gente que sabe resolver los problemas de un plumazo. Auténticos especialistas en la materia que nos dan consejos o cambian nuestras vidas sin contemplaciones. Son los llamados expertos. Un buen ejemplo lo tenemos en esta era del coronavirus. ¿Sabían ustedes que había tantos epidemiólogos por metro cuadrado? ¿Y tantos que dominaban esto de las pandemias? Algo parecido sucede con los urbanistas. Personas muy preparadas en la teoría, no digo lo contrario, que se dedican a planificar las ciudades desde un mapa. A trazar rayas y cuadrículas para hacernos la vida más cómoda, aunque a veces pueda llegar a suceder lo contrario. El modelo que propuso Salvador Rueda, fundador de Ecología Urbana, en las segundas jornadas organizadas en el marco de la comisión de trabajo para la reforma del Muro, resulta cuando menos chusco. Propone peatonalizar del Bibio al Parchís incluyendo un tramo de avenida de la Costa. O sea, ya no sólo sería peatonal todo el frente marítimo desde el parque Isabel La Católica hasta el cerro de Santa Catalina, sino también la segunda línea que envuelve a Begoña, la plazuela San Miguel y, como digo, parte de la avenida de la Costa. Recuerden, una de las mayores arterias de circulación rodada en el centro de Gijón, si no la principal. Desde luego, las ideas de este experto no cayeron en saco roto. La alcaldesa, según pudieron leer en estas mismas páginas, ya habla de la creación de corredores verdes para conectar barrios. ¡Qué miedo!
A uno le deja estupefacto como los informes pueden decir una cosa y la contraria. Algo que llama la atención de ciudadano de a pie sin grandes conocimientos. Las conclusiones preliminares del estudio encargado por El Musel sobre la procedencia de las manchas de carbón de San Lorenzo, no concuerdan para nada con el que realizó el Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (Incar) a petición del Ayuntamiento. Vamos, se parecen como un huevo a una castaña. El primero, apunta que el mineral que se deposita en la playa no sale del puerto, mientras que en el segundo se manifiesta claramente. O sea, que lo del buque hundido «Castillo de Salas», como explicación del tizne negro periódico, ya no cuela. Uno mira las montañas de carbón en los diques y no acaba de creerse que estén inmóviles. Que no se derramen en el mar y consiguientemente sean arrastradas hacia la playa, aunque sólo sea en su carga y descarga. Parece físicamente imposible.
@balbuenajm