Tienen mis males remedios, como dice la canción. Esa es, más o menos, la situación que vive el PP gijonés tras sus últimas sacudidas. Un partido que nos tiene acostumbrados a continuos espectáculos cainitas, o sea, a ver cómo le devoran las luchas internas hasta dejarlo reducido a la nada. Fíjense si no en lo que ha pasado con sus tres últimos presidentes: Isidro Martínez Oblanca, Pilar Fernández Pardo y Mariano Marín. Obligados a dimitir y salir por la puerta de atrás, cuando no fueron directamente derribados al imponerles una gestora, como en el caso de Fernández Pardo. Sin duda, una historia convulsa que tiene su reflejo en las urnas: el votante -ante tanto desaguisado- se ha escapado a otros grupos como Foro, Ciudadanos y Vox. El primero, consiguiendo algo que nunca lograron los populares en su larga trayectoria, a la postre, una alcaldía nada más presentarse. El segundo, dándoles un «sorpasso» en toda regla. Y el tercero, con visos de hacerlo también a poco que sigan igual. En definitiva, una formación que actualmente está desconectada de la sociedad y que tiene una falta clara de efectivos. Es decir, son cada vez menos, no solo en el Ayuntamiento, sino también en cuanto a masa social.
Veamos alguno de sus males. La dedocracia es el sistema imperante. Me pregunto, ¿para qué sirve ser afiliado al PP si no puede participar en nada? Los cargos, como se vio en la elección del número uno de las listas en las últimas elecciones, son elegidos desde Madrid por sistema digital. De primarias, claro está, ni hablamos. Mientras el PSOE tenía a tres candidatos debatiendo entre sí antes de los comicios, los populares nos traían a un alienígena de la política local que veraneaba por aquí. Como entenderán, el electorado gijonés tan tonto no es. Endogamia y familias. Es lo que predomina en esta formación. Una especie de «quítate tú, para ponerme yo» con todas las de la ley. ¿Cuánto hace que no vemos una cara nueva a nivel local? ¿A qué esperan para aportar frescura mediante una renovación? Eso sí, ser presidente, como ahora Pablo González, requiere tener la piel muy dura. Yo diría que como la de un cocodrilo, puesto que los principales ataques le van a venir desde dentro. Resumimos: ni con la marcha de Mariano Marín se solucionan todos estos males, ni la llegada de González es el remedio definitivo. Ni contigo, ni sin ti.
@balbuenajm