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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La resistencia al cambio.

Esta pandemia ha traído consigo un notable crecimiento del sector público. En algunos casos, de forma desmedida. Cierto es que las circunstancias son especiales y que esto afecta a todas las administraciones, si bien es todavía mayor en las autonómicas. En Asturias el número de funcionarios ya sobrepasa los 37.000. Esto quiere decir que sería el séptimo concejo en población de nuestro paraíso natural, acercándose incluso al sexto que es Mieres. Si a eso sumamos los del resto de las administraciones (local y estatal) nos iríamos hacia los 58.000. Con lo cual, superaría en número a los habitantes del cuarto, o sea, Siero. En su conjunto, el empleo público de España ha superado los 3 millones, bastante más del que había antes de esta crisis sanitaria. Todo esto, claro, tiene consecuencias. El mayor presupuesto de la historia del Principado (5.327 millones de euros) se lleva sobre el 36% en pagar las nóminas del personal. Una tendencia que no preocuparía si fuese coyuntural, pero es que no va a ser así. Muchas partidas de gasto que han llegado con el Covid-19 se quedarán. Es decir, cada año -entre el pago de la deuda (5.050 millones) y esta dimensión adquirida- será más difícil cuadrar las cuentas.

El Gobierno asturiano ha iniciado una reforma de su aparato. Así fue anunciada en junio del año pasado por nuestro presidente, Adrián Barbón. La misma le fue encargada al vicepresidente, Juan Cofiño, quien, de momento, solo ha hecho tímidos intentos. La cosa es ir con guante de seda, no vaya a ser que se cabree este poder fáctico. De hecho, desde instancias gubernamentales se han apresurado a anunciar que no van a reducir la plantilla. El consejero de Ciencia, Innovación y Universidad del Principado -joven, muy preparado y con ganas- se quejaba hace poco del peso de la burocracia. Lo decía a cuento del lento avance de la I+D+i en Asturias. Es más, sostenía Borja Sánchez en su blog algo que no es habitual de ver en los políticos: señalar la actitud de ciertos funcionarios acusándolos de «desleales» y de ejercer de «cuellos de botella» por su resistencia al cambio. Por supuesto, al día siguiente le llovieron las críticas desde los principales sindicatos. La verdad, no lo pudo expresar mejor: cualquier intento de hacer una gestión ágil, dimensionada y que de verdad funcione se va a encontrar de frente con multitud de obstáculos. La pregunta es si alguien se va a atrever a superarlos.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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