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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

La gran burbuja.

Es tiempo electoral. Todos los partidos se juegan mucho en los comicios madrileños y ajustan sus mensajes. No esperen, pues, anuncios de más restricciones (se acaba el estado de alarma el 9 de mayo en plena cuarta ola del coronavirus), retoque de impuestos (se anuncia una subida a nivel nacional, pero en Madrid el candidato socialista, Ángel Gabilondo, insiste en que los va a mantener) y sí una lluvia de millones en forma de fondos para la recuperación (lo que acaba de hacer el presidente, Pedro Sánchez, por novena vez). En este sentido, sorprende poco que Sánchez presente a bombo y platillo una pléyade proyectos financiados con cargo a Bruselas, cuando la Comisión Europea ni los ha autorizado. Incluso están pendientes de que el Tribunal Constitucional alemán se pronuncie, puesto que los tiene paralizados. Son 140.000 millones de euros los que tendría adjudicados España hasta 2026, lo cual, dicho sea de paso, es una auténtica barbaridad. Para que se den una idea, representa 28 veces el presupuesto asturiano. Como digo, una pasada.

De los 70.000 millones que llegarán en los próximos dos años, siete de cada diez euros están destinados a la denominada inversión verde y transición ecológica. En concreto, las vinculadas con la movilidad eléctrica se van a dotar con 13.200 millones. Dicho de otra forma: el Gobierno quiere que todos nos compremos un coche eléctrico y no duda en gastarse lo que sea para conseguirlo. Eso sí, pese a que la tecnología todavía no está madura. Es decir, ni con un vehículo eléctrico se pueden recorrer grandes distancias sin tener que parar horas a recargarlo, ni se sabe si la red va a aguantar a millones de coches enchufados a diario. Igual, no sé, tenemos que volver a encender las térmicas del carbón, como pasa con la llegada de los temporales invernales. A mí me parece que se está generando una gran burbuja con esto de lo verde. Del tamaño de la que creó el ex presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, entre 2004 y 2011 con sus primas a las renovables. Si recuerdan, subvencionó tanto a la industria fotovoltaica, que acabó vendiéndose como un producto de inversión bancaria similar a los bonos. Eran los famosos huertos solares: imposibles de rentabilizar sin la manguera del dinero público enchufada a tope. Resultado: como no se pudieron pagar, dejaron a miles de inversores en la ruina. La broma costó sobre unos 30.000 millones de euros al Estado que todavía estamos pagando.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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