A mi generación nuestras madres nos daban dos consejos cuando empezábamos a trabajar. El primero, sin duda, que comprásemos piso en lugar de coche. Es decir, que esos primeros sueldos fuesen invertidos en un bien inmueble puesto que iba a revalorizarse. El segundo, tenía que ver con el tipo de empleo a desarrollar. La preferencia era la Administración pública, porque, a ojos de nuestras progenitoras, sería para siempre. Es decir, primaba la seguridad y estabilidad en comparación con la empresa privada. Eso sí, se incluía también a la banca que era considerada casi en los mismos términos: una garantía de por vida. Sin embargo, con el paso del tiempo las cosas han cambiado. Los pisos -como se demostró con el estallido de la burbuja inmobiliaria- pueden caer de precio hasta límites insospechados y el sector bancario ya no es lo que era. Más bien, ahora representa lo contrario: prejubila a sus trabajadores con poco más de cincuenta años, cierra oficinas y reduce plantillas a marchas forzadas. Digamos, pues, que lo único que queda como antes es el sector público. O sea, ser funcionario en cualquiera de las administraciones sigue siendo el sueño de la gran mayoría. Un trabajo cómodo, hasta la jubilación y a prueba de crisis. Buena prueba de ello es la cantidad de gente que se presenta a cualquier oposición que se convoca.
El Principado ya tiene un borrador para reformar la Ley de Función Pública de 1985. En el mismo, se abre la posibilidad de retribuir con un plus de productividad a los puestos susceptibles de evaluación. El problema, claro, es definir cuáles son y que eso no se convierta en una especie de café para todos. Esto es, que acaben recibiéndolo todo el mundo y no en función de sus méritos, como pasó con la carrera profesional implantada en el 2011. Dice también el vicepresidente, Juan Cofiño, impulsor de esta reforma, que quizá habría que subir los sueldos para atraer talento. ¿De verdad? ¿Están mal pagados nuestros funcionarios autonómicos si lo comparamos con cualquier trabajador privado? ¿Existe en el ámbito empresarial las 35 horas semanales y se mantienen las plantillas (incluso aumentan) aunque venga una crisis de órdago como la actual? Desde luego, la tarea que tiene Cofiño no es nada fácil. Romper inercias que llevan décadas exige, no sólo mucho coraje político, sino también mucha mano para negociar con los sindicatos. Creo que las madres van a seguir teniendo razón.
@balbuenajm