Las nuevas normas de tráfico están cazando a los conductores como si fuesen moscas en una tela de araña. Me refiero, claro, a los límites de velocidad en viales urbanos que se han reducido a 30 kilómetros por hora, incluso llegando a 20 en los tramos de plataforma única de calzada. La normativa que implantó la Dirección General de Tráfico (DGT) el pasado 11 de mayo sigue sin ser entendida. Más que nada, porque casi todo el mundo duda de cuál es la velocidad máxima permitida en una calle, al carecer en la mayoría de los casos de la señalización correspondiente. Vamos, que es un lío ahora mismo saber a qué límite debe uno circular por una vía cualquiera. Máxime, si tenemos en cuenta que ni los propios municipios se aclaran a la hora de aplicarlo en el callejero: hay muchas que están todavía señalizadas a 50 kilómetros por hora, cuando deberían estar a 30.
En nuestro Gijón del alma la norma está causando estragos. En estas mismas páginas pudieron leer que se multa del orden de entre 500 y 600 sanciones diarias, mientras que los carteros no dan abasto a la hora de notificarlas. Ojo, que la broma sale por cien euros, con rebaja a la mitad si hay pronto pago. ¿De verdad hay tanto infractor suelto o, simplemente, estamos cayendo en una auténtica trampa «sacaperras» que nos han montado? Además, aquí tenemos en vigor desde el uno de junio la nueva ordenanza de Movilidad. Ya saben, esa especie de vademécum contra el vehículo particular «Made in Ayuntamiento». En vías donde era posible circular a 50 kilómetros por hora -ejemplo, Pablo Iglesias, Magnus Blistak o avenida de la Costa que son arterias transversales de la ciudad- se han incrustado ciclocarriles cuyo límite es 30. Dicho en otras palabras: lo que no prohíbe la DGT, acaba haciéndolo la concejalía de Movilidad creando su propia normativa. Sin duda, circular por Gijón en cuatro ruedas se ha convertido en una especie de batalla diaria que sufren especialmente quienes necesitan su vehículo para trabajar. Entre atascos, radares fijos o móviles, falta de aparcamientos, peatonalizaciones a tutiplén y campañas atorrantes contra su uso; la cosa se está poniendo más que difícil. Esta nueva movilidad que dicen estar construyendo se basa más en lo que prohíbe, que en lo que permite. De hecho, acabarían antes si fuesen sinceros y dijesen que sólo quieren al coche como fuente de ingresos mediante impuestos.
@balbuenajm