Somos la ciudad con más informes por metro cuadro y rara es la semana donde no aparece alguno. Los hay de todos los colores y hasta sabores. Que queremos eliminar la práctica deportiva en el Piles: la maquinaria municipal se pone en marcha y encarga unos cuantos. Es más, acaban diciendo una cosa y la contraria. Que de forma sorprendente se quiere instalar una estación de ITV en la parroquia rural de Granda: lo mismo. Que queremos dejar El Muro sin coches: se fabrican estudios casi a diario como si fuesen churros. Por tanto, no es de extrañar que el problema de las manchas de carbón en San Lorenzo se reduzca a eso: a una guerra de informes. Verán, en diciembre del año pasado se presentó uno del Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (Incar) que llegaba a conclusiones contundentes. Para el Incar, el origen de dicho tizne proviene de los acopios de carbón que se producen en el Musel. Vamos, de las montañas de mineral que vemos todos los días desde la playa. Por su parte, la Autoridad Portuaria presentó un contrainforme -aunque no quieran llamarlo así- donde atribuía el origen al hundimiento del buque Castillo de Salas. Como bien saben, desastre medioambiental acaecido en 1986 y del que todavía sufrimos las consecuencias. Por último, esta misma semana el Incar volvió a la carga y puso «chupa de dómine» el del Musel desacreditando incluso a sus expertos. La doctora en geología, Isabel Suárez-Ruiz, de forma vehemente, llegó a decir que carecen de «credibilidad y rigor». En resumen, que las relaciones entre nuestro Puerto y el Ayuntamiento se han vuelto del mismo color que el carbón que periódicamente llega a nuestra playa: negras.
¿De verdad hacen falta estos espectáculos para solucionar el problema? ¿Acaso va a dejar de teñirse el arenal porque alguien gane esta guerra entre expertos para ver quién es el más listo? Desde luego, tanto la Autoridad Portuaria como el Ayuntamiento tienen que dialogar. Máxime, teniendo en cuenta que nuestra alcaldesa, Ana González, es vicepresidenta del Puerto. De nada sirve desacreditarse entre sí de forma pública, puesto que produce el efecto contrario: una desconfianza total entre dos instituciones que están condenadas a entenderse. El concejal de Medio Ambiente, Aurelio Martín, medalla de oro a la hora de meterse en charcos, debería también tomar nota. Como bien dijo un Rey al que se le quitado una calle en Gijón: hablando se entiende la gente.
@balbuenajm