Nadie pone en duda de que Gijón está a reventar. Esto es, que en estos días se está produciendo un aluvión de visitantes que desborda la ciudad. Es, por otra parte, algo que ya venía sucediendo en los veranos previos a la pandemia. A nuestro trozo de paraíso natural, digámoslo así, siempre se le rompen las costuras por estas fechas. Ni es nada nuevo, ni representa ninguna novedad. Sin embargo, el virus ha cambiado nuestra percepción sobre las multitudes. Es decir, nos parecen mucho más amenazantes y las consideramos casi como una hecatombe. También es de sobra conocido que en verano se producen atascos. Toda la vida los hubo. Era algo habitual y con lo que teníamos que convivir en épocas estivales, mientras el resto de los meses el tráfico se mantenía más o menos fluido. Nunca hubo esta sensación actual de pánico ante los embotellamientos, porque se atribuía a un hecho puntual propio de julio y agosto. Entonces, ¿por qué este año, ante la concentración de acontecimientos, existe el temor a una especie de cataclismo en materia circulatoria? ¿Qué es lo que ha cambiado?

Sin duda, la política realizada por nuestro Ayuntamiento respecto al coche. Al considerarlo el enemigo público número uno, no ha dejado de ponerle trabas para que pueda circular. Que se lo pregunten a la concejalía de Movilidad -alma mater de este asunto- en estos dos años largos que lleva practicando su guerra continua e implacable contra las cuatro ruedas. Tal es así, puesto que le ha cerrado viales muy importantes que antes utilizaba (El Muro, sin ir más lejos), colapsando el resto hasta hacerlos impracticables (la avenida de la Costa o Castilla, por ejemplo). Ojo, por no hablar de la eliminación sistemática de plazas de aparcamiento sin ningún tipo de compensación. En resumen: desde la concejalía han logrado infundir una sensación de miedo al ciudadano cuando pretende utilizar su vehículo privado. Decía nuestra alcaldesa, Ana González, que los previsibles atascos de este fin de semana se deben a que «en Gijón hay más gente que nunca». Todo ello, pese a que la Feria de Muestras está a mitad de aforo, lo mismo que El Molinón y no hay Noche de los Fuegos. El problema circulatorio, señora alcaldesa, no es únicamente en la temporada de veraneo, sino que es la consecuencia directa de estar aplicando una filosofía. Se parte de la premisa de cuanto peor esté el tráfico, mucho mejor para tener que tragar con el nuevo modelo de movilidad.

@balbuenajm