Tenemos que mirar el tema de los toros con las luces largas. Es decir, no sólo quedarnos en el debate de corridas sí o no. El meollo de la cuestión, sin duda, va mucho más allá. Hablamos de una forma de gobernar Gijón. Esto es, de cómo se entiende la toma de decisiones transcendentes que afectan a nuestra ciudad. Vamos con los hechos. El pasado miércoles, nuestra alcaldesa, Ana González, soltaba la bomba: «se ha acabado la Feria Taurina en Gijón». Posteriormente, aclaró que el motivo era el nombre de dos astados que, a su juicio, habían traspasado la «línea roja» de los derechos humanos. Hacían referencia al movimiento feminista y la emigración. Dada la transcendencia que había tomado el asunto, al día siguiente, volvió a justificar esa decisión en nombre propio. Nunca en plural. O sea, en sus declaraciones no se escuchó un «hemos valorado», «pensamos» o similar. Fue algo personal e intransferible al más puro estilo de Ana González. Es más, estoy seguro de que su equipo de gobierno se enteró por los medios de comunicación e incluso, la gerente de Divertia, Lara Martínez, ha tenido que estar haciendo piruetas para justificarla. Conclusión: si los toros se hubiesen llamado Messi y Ronaldo, nombre muy común entre los ganaderos, nada de esto hubiese sucedido. Quizá la polémica vendría con la falta de renovación en la concesión de El Bibio, pero no ahora. Estamos, pues, bajo el despotismo municipal de nuestra primera edil.
También el mensaje que se manda es un peligroso «aquí mando yo». Un empresario cualquiera que tenga una concesión del Ayuntamiento, puede encontrarse en la misma tesitura. Si no le gusta a nuestra alcaldesa lo que dice o hace, ya sabe lo que queda. Si un buen día, por ejemplo, se quiere representar una sátira del movimiento feminista en el Teatro Jovellanos, dudo mucho que se pueda llevar a cabo. O si en El Molinón se escuchan cánticos racistas por parte de algunos energúmenos, igual se deja de alquilar al Sporting. Visto donde se ha puesto el listón, cualquier cosa puede suceder. Por último, cabe destacar el nulo papel que está jugando el socialismo local. Da la impresión que Ana González no tiene ningún contrapoder que le ponga freno. Hace lo que le da la gana con el beneplácito del partido que la aupó al sillón -era una desconocida en la ciudad- sin que nadie le ponga peros. No me extraña que esté encantada con el actual secretario general, Iván Fernández Ardura.
@balbuenajm