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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Esculpido en mármol.

Hay quien considera que una lengua es algo granítico. Rígida, inamovible y que se habla igual en todos los lados igual. Los «amigos del asturiano» -muy activos a cuenta de la cooficialidad- es lo que repiten constantemente como si fuese un mantra. Dicen que existen muchos bables y, por tanto, niegan su existencia. Sin embargo, la realidad lingüística es bien distinta. Al igual que unos zapatos cuando se utilizan, las lenguas acaban deformándose. Moldeándose y adaptándose a las circunstancias de los territorios. Es lo que le pasa, sin ir más lejos, al propio castellano. No es exactamente el mismo en el País Vasco, Andalucía o Canarias. Tiene un tronco común, claro, pero a partir de ahí sus expresiones o giros son diferentes. Eso, naturalmente, en modo alguno significa que no lo puedas entender, sino que se han creado variantes por su uso que lo enriquecen. Según esa teoría de que un idioma cualquiera tiene que estar esculpido en mármol, el latín jamás hubiese evolucionado. Es más, los «amigos del asturiano» seguro que incluso hubiesen rechazado al castellano por ser «un latín mal hablado».

El diputado de Vox, Ignacio Blanco, hace poco ponía el ejemplo de los quesos desde la tribuna del Parlamento. Como para su grupo el asturiano es una «lengua inventada», su cooficialidad sería como intentar hacer un solo queso a partir de todas las variedades existentes. Esto es, tendría algo de Pría, Gamonéu, Ovín Cabrales, etcétera. En realidad, repito, exactamente igual que pasa en cualquier otro idioma del mundo. En el queso castellano estaría también parte del manchego, cántabro o gallego. Miren ustedes, es respetable que se esté a favor o en contra de la cooficialidad del bable. Argumentos existen para un lado y otro. Ahora bien, debemos superar esos rancios debates que salen a colación siempre que se habla de la llingua. Debemos verla como una parte muy importante de nuestro patrimonio cultural que necesita protección y, desde luego, no representa una amenaza para nadie. Es absurdo pensar que los niños por aprender asturiano van a dejar de hablar inglés, francés o chino si tienen la posibilidad. Es absurdo pensar que alguien en el Principado se olvide de hablar castellano por la maléfica influencia del bable. Tenemos, pues, que ir derribando mitos que en otras partes han superado con creces. ¿O es que los valencianos, gallegos o mallorquines han dejado de utilizar la lengua de Cervantes?

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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