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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Lo inevitable.

Por más que el Gobierno central intente disimularlo es un hecho que vamos a pagar por transitar en las autovías. En nuestro caso, el cobro de esa utilización va a ser incluso doble. Tendremos que seguir desembolsando por salir a la meseta a través del elevado peaje del Huerna, más luego en nuestro tráfico interior. Probablemente, quedarán fuera del sistema las dos autovías (ASI y II) de la red autonómica, aunque pienso que solo de momento. Es decir, transitar entre Oviedo, Gijón y Avilés tendrá un coste -de céntimos al kilómetro, aseguran desde el Ministerio de Transportes- que en la actualidad resulta invisible para el conductor. Dicho de otra forma: lo aportamos todos los ciudadanos a través de nuestros impuestos. A mí, desde luego, la fórmula no es que me guste mucho. Precisamente, el concepto de autovía se generó en la España de los años ochenta para eso: evitar colmar de peajes las vías de alta capacidad como en otros países europeos. Mismamente, lo que sucede en Francia y Portugal donde muy pocos kilómetros (o ninguno) son gratis. Sin embargo, esta vez va a ser inevitable. El Estado es incapaz de mantener su red viaria y esto se nota bien a las claras. Solo hace falta ver como, después de pasar el túnel del Negrón, el tramo entre León-Benavente sigue siendo un camino de cabras. Todo ello, pese a que gran parte de la calzada se ha ido renovando, después de tener que limitar la velocidad.

Y en nuestro paraíso natural no estamos mucho mejor. Hay zonas donde los coches van dando botes y se hace hasta peligrosa la conducción por la falta de mantenimiento. Ejemplo, en la A-64 (autovía del Cantábrico) a la altura de Siero. Problema, insisto, que se irá agravando puesto que el déficit acumulado para tener estas infraestructuras conservadas es de 9.000 millones de euros. Otra cosa, no obstante, es que hagamos ese esfuerzo y luego no lo veamos en la práctica. Es decir, que el dinero recaudado a través de esos peajes -o sistema de tarificación, como lo quiere llamar el Ejecutivo- no redunde en las carreteras. Desde luego, no sería la primera vez que una tasa se pone con un fin y acaba sirviendo para otro. Sin ir más lejos, tapar los agujeros presupuestarios que existen por doquier desde la pandemia. En cualquier caso, no creo que existan muchas más opciones. Veremos como hacia el 2024 se instalan unos arcos electrónicos llenos de cámaras como existen en Portugal o algo similar.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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