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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Pesadilla municipal.

El pasado martes el equipo de gobierno tuvo dificultades para sacar adelante su proyecto de ordenanzas fiscales en la comisión de Hacienda. Es más, en temas como la subida del precio del billete de EMTUSA -para compensar ese agujero en el que está inmersa- fue necesario el voto de calidad de la propia concejala del ramo, María Pineda. Sin duda, esto era un aviso importante de cara al Pleno que se celebró ayer. Dicho de otra forma: necesitaba de forma imperiosa negociar con otros grupos o corría el riesgo de encontrarse con un rechazo. Y lo hizo. Fue Ciudadanos quien se avino a aprobarlas eliminando el IBI diferenciado (también llamado «para ricos»), junto con la subida prevista en la tasa de basura (residuos a precio de oro lo que pagamos en Gijón). A cambio la formación naranja aceptó incrementar el precio del billete del autobús. A todas luces, un acuerdo que es importante para el PSOE puesto que ya ha encontrado un socio preferente a la hora de aprobar los presupuestos de 2022. Sin embargo, para la mayoría de la oposición este pacto súbito se debe a la situación de desintegración interna que están viviendo los de Inés Arrimadas. En cualquier caso, miel sobre hojuelas para el gobierno municipal.

Ahora bien, el varapalo vino esta semana con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el impuesto de plusvalía. En otras palabras, el que hemos pagado (y cómo) en cada transmisión de un bien inmueble. A Gijón le afecta en cuanto a que estamos hablando de una merma presupuestaria importante: sobre 12 millones de euros. Algunos consistorios ya se habían anticipado rebajando las previsiones de ingresos, ya que era la crónica de una muerte anunciada. En nuestra ciudad, el tributo se estaba cobrando siempre que no se pudiese demostrar una minusvalía en función del precio. Todo ello, mientras el contribuyente buscaba fórmulas para evitarlo. Esta sentencia del Constitucional aclara la situación: se tiene que modificar la fórmula de cálculo y con ello rehacer el impuesto. Mientras tanto, en los municipios se ha formado la tormenta perfecta. A una recaudación todavía renqueante por la pandemia se une esta pesadilla. En la concejalía de Hacienda tendrán que hacer números para ver cómo lo cuadran. Desde luego, no es nada fácil. Dada la reactivación del mercado inmobiliario se pierde una buena recaudación, aunque la plusvalía nunca fue un impuesto justo. Se pagaba siempre sin mirar si había revalorización del bien o no.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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