A mí el término de la «España vaciada» no me gusta. Tal parece, digo, que se trata de territorios yermos donde es imposible que nada crezca. Sin embargo, en absoluto es así. Simplemente, hay que analizar el porqué de esa despoblación y veremos que es cuestión de oportunidades. Más en concreto, de su falta. En las recientes elecciones de Castilla y León se oyó mucho esto por el éxito de plataformas como «Soria ¡Ya!» o el partido Unión del Pueblo Leonés (UPL). En el primer caso, tuvieron un porcentaje de voto superior al 40%, pudiendo incluso optar a tener representación en el Congreso de los Diputados. En el segundo, triplicaron el número de procuradores pasando ahora a tener tres. Por tanto, estamos hablando de una entrada importante del regionalismo que, sin duda, abre un espacio político de cara a los próximos comicios municipales y autonómicos. Es decir, resulta previsible que surjan más iniciativas como la soriana, en aquellas zonas que se consideran olvidadas. O sea, allí donde las carencias en infraestructuras, económicas o sociales han llevado a una emigración masiva. Llamémosla, pues, la «España olvidada» y en Asturias, claro, puede que también las veamos.
Nuestro presidente, Adrián Barbón, reaccionó ante este resultado electoral con la lógica preocupación de los partidos nacionales. No se trata en absoluto de un movimiento exclusivamente rural, como se podría pensar, sino que se nutre en su mayor parte del voto urbano. Tanto «Soria ¡Ya!» como UPL ganaron en sus respectivas capitales de provincia. Barbón ha anunciado que impulsará una Ley del Reto Demográfico y el «asturianismo político». Algo, por cierto, que da para muchas interpretaciones, puesto que estamos a las puertas del congreso aplazado de la FSA. En todo caso, nuestro paraíso natural siempre ha sido refractario al regionalismo. Su presencia fue básicamente testimonial y efímera. Los intentos por consolidar dicho espacio, bien es cierto, han ido fracasando uno tras otro. ¿Motivos? Muchos, pero destaca sobre todo el voto cautivo y muy conservador de los asturianos. Dicho de otra forma: por mucho que nos quejemos de un trato injusto en los chigres, luego no acabamos de reflejarlo en las urnas. En definitiva, un mecanismo de formación de voto perverso que los partidos conocen y se repite cada cuatro años. Si el dueño de un restaurante lo tiene lleno, pese a las quejas de los clientes, ¿para qué va a cambiar?
@balbuenajm